10. Roses

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Sip. Me había pasado

Lo supe desde que puse un pie fuera de nuestra casa y dejé a Harry.

Por un lado sentía que debía apoyarlo. Claro que sí. Pero por otro, sentía decepción. No por Harry, si no por mi ídolo.

Si fuera una fan más, y no supiera la historia que me contó Harry, en verdad me sentiría decepcionada de ver a mi cantante favorito así. Y eso fue lo que sentí al ver esas fotos.

De todas maneras, necesitaba pensar la situación. Calmarme y entender que esto no era la culpa de Harry. Por eso, decidí ir a visitar a mi amiga Lena. Pasé la noche ahí y me distraje con ella viendo películas y hablando.

Entonces ella me convenció que debía pedirle disculpas. Y sí, Lena tenía razón. Así que pensé en una forma bonita de hacerlo.

Rosas.

¿Quién dice que las únicas que pueden recibir flores son las chicas?

Leí un artículo en que decía que en Japón, las rosas tenían diferentes significados, y como a Harry le gusta mucho la cultura Japonesa, tomé esa idea y compré más de cien rosas. Ya verán mi plan.

Aunque tenga llaves de la casa, toco el timbre, esperando a que Harry abra la puerta.

Espero unos segundos frente a la puerta. Con una rosa en la mano. Entonces, un Harry despeinado, con un polo manga larga, y shorts, abre la puerta.

—En Japón, que te regalen una rosa significa que eres el único. —le digo, extendiéndole la flor.

Él luce confundido los primeros instantes, sin embargo, recibe la rosa con una pequeña creciente sonrisa.

Me agacho un poco hacia la derecha y tomo la casi docena de rosas en la canasta sobre el piso. Tomo entre mis manos las flores.

Harry, al verlas, sonrió y sus ojos se iluminaron. Una escena que me encantó ver.

—Que te regalen once rosas significa que eres mi preferido. —comento, entregándole las rosas.

—Soph... —canturrea sonriente.

Shh, déjame terminar. —pido agachándome de vuelta, para tomar la canasta entera y elevarla hasta su pecho. —Y que te regalen noventa y nueve rosas, significa que eres mi amor para siempre.

Sus labios se cierran y sólo sonríe de lado, haciendo marcar su hoyuelo. Sus ojos varían entre las flores y yo. Él las recibe después de un rato.

—Uno... Dos... —finje contar cada rosa, tomándolas entre sus dedos.

—¡Oye! —chillo sonriente.

Él suelta una carcajada y deja la canasta atrás suyo, sobre el suelo.

—Ven, preciosa. —me llama, extendiendo sus brazos.

De inmediato me lanzo contra su pecho, abrazándolo por el cuello. Él envuelve sus brazos a mi cintura.

—Perdón, perdón... —susurro dejando varios pequeños besos sobre su mandíbula y cuello.

—Está bien, Soph. No te disculpes... —tranquiliza, tomando delicadamente mi cara entre sus manos.

—Te dejé cuando debí estar contigo y...

—Escúchame, relájate. —dice, acariciando mis hombros. —Yo me hubiera puesto igual si hubiera estado en tu lugar. Comprendo, cariño.

—Eres perfecto cuando no deberías serlo... —suelto en un puchero.

—No me pongas esa carita. —regaña dulcemente, tocando mi labio inferior con su índice. —Y deja de decir que soy perfecto. Eso ya lo sé... —molesta, rodando los ojos.

More than LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora