More than Love

Extra 2

*When in Christmas...

—¡Harry, santa llegó! —grito arrodillándome a su costado sobre el colchón, zamaqueando su brazo, intentando despertarlo.

—¿Mhm? —él suelta en un quejido, dándose vuelta sobre su peso aún soñoliento.

—¡Santa Claus vino, Hazz! ¡Te trajo muchos regalos! —exclamo saltando sobre mis rodillas, apoyando mis manos en su brazo, sacudiéndolo.

Oh... ustedes no se imaginan lo que he hecho.

—¿Santa Claus? —Harry alarga confundido en un tono ronco, mirándome con sus ojos entrecerrados por el sueño.

—¡Mira todos los regalos que te trajo, amor! —indico en una risita, señalando alrededor del cuarto.

Todo estaba envuelto con papel de regalo.

Sus ojos se abren en grande y parece que cualquier rastro de sueño se esfumó de su rostro. Él rápidamente se apoya en sus codos, observando la habitación con detenimiento.

—Sophia, ¿qué mierda hiciste?

*Tres horas antes:

—Dime para qué soy bueno, nena. —Scott saluda sonriente cuando abro la puerta de mi casa.

Eran las seis de la mañana. Harry dormía, Liam dormía, los pequeños mellizos humanos de siete meses descansaban en su cuna...

Era hora de la venganza.

Hace unas semanas, Harry y Liam estaban viendo a unos youtubers, quienes habían comprado unos juegos inflables y los pusieron en su patio trasero, al lado de su piscina. Por supuesto, los dos niños (hablo de mi esposo y el pequeño osito) se emocionaron y Harold compró aquellos juegos y los conectó en el jardín.

Recuerdo aquella tarde perfectamente: yo llegaba de un viaje representando la empresa de ayuda anónima de Harry, y cuando entré a la casa, ahí estaban ellos dos: resbalándose en un gran tobogán inflable con forma de dragón que botaba agua y espuma.

Casi mato a Harry ese día.

Pero luego, su obsesión empezó a crecer y terminó llenando nuestra piscina y la mitad de nuestro patio con juegos inflables: castillos, camas saltarinas, más toboganes. Era un parque de diversiones. Ya pueden imaginarse.

Así que, hoy día, por noche buena, he decidido hacerle un regalo a mi esposis también.

Muchos regalos.

Llamé a uno de mis mejores amigos y mente malévolas: Scott. Mi americano favorito se encontraba con su familia por aquí en Londres, así que lo invité a ayudarme con mi plan.

Íbamos a envolver con papel de regalo todas sus pertenencias.

Cortesía de Scott. Él dio la idea, eh. Yo había pensado más bien como echarle harina en la cara o algo así, pero ya lo vieron... Miller es el cerebrito aquí.

—Sí, un gusto verte, amigo. —saludo sarcástica en voz baja.

—Ow, ¿me extrañaste? Te vi hace una semana en Ohio, dramática. —escupe divertido pasando por mi lado e ingresando a mi casa. No sin antes dejar un beso sonoro en mi mejilla.

<<En esta amistad ya no hay respeto>>

Ruedo los ojos a la vez que cierro la puerta lentamente tras de mí. 

—Baja tu voz que despertarás a todo el mundo. —gruño en un susurro.

—Me siento como tu amante. —se queja por lo bajo, cruzándose de brazos.