Capítulo 43: La boda menos querida

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Tenía en sus manos aquel expediente clínico frío y áspero

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Tenía en sus manos aquel expediente clínico frío y áspero.

—¿Pasa algo? — pregunté acercándome hasta que llegué junto a él.

Sus movimientos no fueron muy útiles. Quiso dar un paso, pero dobló su tobillo haciendo que casi cayera.

—¿Estás bien? — dije casi riendo.

—Sí, sí, sí— dijo agarrándose de mí, carraspeó la garganta y se posicionó bien—. Es difícil madurar, ¿sabes? Aunque lo intente— rió, sonreí.

—Y, ¿qué necesitabas?

Hojeó su expediente para aclarar lo que me quería decir, o eso era lo que veía desde donde estaba.

—Bueno, tenemos los resultados de la revisión. —dijo mirándome.

No dije nada, solo quería que continúe. Pero no lo hizo.

—¿Es buen resultado o malo? —dije frunciendo el ceño.

Abrió los labios— fue raro—, solo para suspirar teniendo la mirada aún en mí.

—Ni uno de los dos— llevé mi cabeza hacia atrás por inercia frunciendo el ceño.

—¿Cómo es eso?

—No salió nada en los resultados. Pero la máquina supone que sí estás enferma, pero ni ella sabe. Es extraño— dijo mirando a la nada.

Literalmente extraño.

No tenía expresión en el rostro.

—Pero lo que te quería comentar es que tienes que tener cuidado con lo que haces, no te esfuerces, no te emociones tanto, no te asuste, trata de estar neutro. Porque disfruta cada momento, ¿sí? No sabemos el momento que ya no despertaras— dijo sin expresar ninguna expresión y emoción.

Miré hacia el lavaplatos.

—¿Soy la primera a la que le cuentas? — pregunté sin mirarlo.

—En el momento, sí.

Es la primera vez que no soy a última en saber.

—¿Eso es todo? — pregunté mirándolo, mi cara parecía enojada. Pero, no sentía nada en realidad.

—Sí.

—Gracias.

Di media vuelta y caminé hacia la puerta, lo abrí y de nuevo vi a Matt. Sonreí y salí de ahí.

Esta vez sí rompí el jarrón.

Nuevamente choqué contra la mesita, y cayó el jarrón y se rompió como les había comentado. Me reí de mí misma, pero luego me asusté y agarré lo que sobraba de aquel jarrón azul con flores blancas pintadas a mano.

No sabía dónde meter las sobras.

Escuché los pasos acercándose al pasillo.

Metí las sobras en el cajón que contenía la mesita alta, lo más rápido que podía. Cerré la puertita que ésta tenía.

¡Eres Un Estúpido Príncipe! © [EUEP1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora