Capítulo 1: Promesas a medias

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−Liah, vete, ahora−susurra Alec con el rostro pálido.

Sus ojos amarillos como los de un gato me miran con súplica.

No quiero dejarlo, no ahora, no con los tipos que vienen hacia nosotros.

Tengo miedo, no por mí, sino por él. Alguien como él no merece tanto dolor.

Pero aun así me levanto tan lento y pausado como puedo, atesorando cada segundo que me queda a su lado, porque sé que no lo volveré a ver, acaba de firmar una sentencia de muerte y sé que nada lo hará cambiar de opinión.

Los tipos están a unos veinte metros, y parecen no tener prisa.

−No mires atrás, no importa lo que escuches. Y no me olvides−su voz es firme, tanto como su tacto sobre mi mano.

−Te quiero−digo con la voz quebrada.

Una media sonrisa llena de tristeza se asoma en sus labios.

Deposito un suave beso sobre aquella sonrisa, apenas un roce.

Luego todo es caos.

Hay gritos, mis piernas queman, igual que las lágrimas que se deslizan por mis mejillas nublando mi vista.

Sé que me prometí no volver a llorar, pero mi vida ha estado llena de promesas a medias.

Aun cuando sé que ya el peligro ha pasado sigo corriendo, solo para no pensar en el dolor que estruja mi pecho de manera violenta y abrumadora.

Siento que mis pulmones van a explotar, pero no me importa, este dolor no es nada comparado con el que siente mi corazón ahora.

Pronto comienzo a ver borroso, me detengo de golpe, mis rodillas tocan el suelo de forma brusca, entonces todo el dolor se desborda. Ya no puedo retenerlo.

Las lágrimas no son suficientes, entonces comienzo a gritar hasta que mi voz se apaga.

Alec se ha ido, J se ha ido, todos a los que alguna vez amé ya no están.

Estoy sola. Y no hay nada que pueda hacer al respecto.

Miro por encima de mis hombros.

Casi puedo escuchar a Alec diciendo que he roto mi promesa.

Me levanto del suelo y comienzo a caminar despacio en busca de algún lugar para pasar la noche, quizá Alec ya no esté, y yo haya roto mi promesa de no mirar atrás, pero no voy a dejarme morir, al menos no hoy.

Las calles de la ciudad de Londres están desiertas, excepto por algunos corredores nocturnos o personas algo pasadas de copas en busca de un taxi.

Lo que me hace frenar en seco.

Tengo que salir de aquí.

Ahora.

Doy media vuelta dispuesta a emprender la huida.

Quizá muchas personas piensan en Londres como una ciudad moderna y llena de cosas grandiosas, pero no lo es, no del todo, yo he conocido la parte que todos intentan evitar, y he de decir que me he metido en varios líos por aquí. 

Además de que Alec siempre estaba para cuidarme, pero ahora estoy sola, y no tengo fuerzas para luchar.

−Eh, ¡Liah! −grita alguien a mi espalda.

Todo dentro de mí se congela.

Comienzo a correr sin mirar atrás, sé perfectamente quién es.

Pero será mejor que corra si no quiero terminar en graves problemas.

De algún lugar en mi interior saco fuerzas y corro tan rápido como puedo, es más de lo que había imaginado, pero no es suficiente.

Mi cabeza tira hacia atrás y caigo al suelo con su mano aún aferrada a mi cabello.

Debería haberlo cortado.

−¿A dónde crees que vas? −pregunta con una sonrisa ladeada. Repugnante.

−Lejos de ustedes−respondo seca. Su agarre se intensifica y me obliga a poner de pie.

−¿Dónde está Ojos de gato? −pregunta por Alec, Ojos de gato es el mote que le pusieron hace años por sus ojos amarillo brillante.

−Muerto, o eso creo, pero tú debes saberlo−respondo cortante.

−Te dije que eso pasaría−dice con una media sonrisa que me encantaría borrar de un golpe.

−Pues dile a Petrov que no pienso trabajar de nuevo en su sucio burdel−declaro mirándolo a los ojos oscuros, casi negros que lo hacen ver siempre tan intimidante. Este tipo es peligroso, pero yo ya no tengo nada que perder.

−No me dejas otra opción−chasquea su lengua y me mira a los ojos mientras hace un extraño movimiento con su mano derecha.

Lo miro con el ceño fruncido, pero en un segundo algo pasa por mi cabeza, la idea asusta, y de pronto algo cubre mi rostro.

El olor es pesado, no puedo respirar. Mi cuerpo se siente pesado y alguien me sujeta con fuerza desde atrás. Intento forcejear, pero sé que es inútil, el tipo frente a mí disfruta del espectáculo con sus brazos cruzados sobre su pecho y su típica media sonrisa que tanto odio.

−Hasta pronto, Liah−se despide dando media vuelta.

A medida que lo veo alejarse noto cómo mi cuerpo pesa cada vez más, no puedo sostenerme en mis propios pies. La sensación es desesperante y asfixiante.

Dos rostros muy conocidos aparecen ante mí antes de cerrar los ojos de manera definitiva.

Pronto todo se convierte en una laguna mental de sucesos que se escapan a mi control.

Jardín de mariposas (Golden Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora