Capítulo 22: El pasado puede doler

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No quiero hacerlo.

Necesito vomitar, tengo el estómago revuelto, no recuerdo la última vez que comí, tal vez fue ayer, sí, eso creo, ayer en la tarde, por lo que no debe haber nada en mi estómago, y aun así siento algo pesado ahí dentro, que me quita la respiración.

Su cercanía y la manera en que me mira deben tener algo que ver con el temblor de mis piernas.

−Liah−pronuncia mi nombre tan suavemente que hace que duela.

−No quiero hablar contigo−digo a la defensiva. Odio con todas mis fuerzas a este chico, y aun así sigue teniendo ese peculiar y fastidioso efecto sobre mí.

−Ya lo estás haciendo−responde con suficiencia levantando el mentón.

Me cruzo de brazos, y dirijo mi mirada hacia otro lado, haciéndole saber que lo he dejado fuera, no quiero sentir, o recordar lo que una vez fue. Es gracioso cómo los recuerdos pueden doler tanto como el presente. Al menos en mi caso.

De pronto me descubro a mí misma buscando con la mirada a Theo, pensar en él me hace sentir inquieta, pero no duele, tal vez sea por la bondad en sus ojos; no es cruel, no daña ni destruye, simplemente está ahí, como cuando me abrazó sin decir nada aquel día.

Sus palabras rondan en mi cabeza sin parar.

−Él no podrá ayudarte, no esta vez−dice refiriéndose a Alec. Ryan se acerca y toma mi brazo con brusquedad obligándome a mirarlo a los ojos. Verdes como dos esmeraldas, también fríos y sin vida, con un infierno dentro.

−No estoy sola−suelto sin más.

No sé por qué acabo de decir aquello, ha salido de la nada, mecánicamente, como si toda mi vida hubiera estado convencida de tal cosa.

Aprieto mi mandíbula cuando un recuerdo de J se atraviesa en mi mente;

−J, tengo miedo−las lágrimas se deslizan por mis mejillas huesudas y sucias limpiando parte del polvo y dejando un rastro por mi rostro hasta que caen al suelo o a la camiseta de J.

−Pequeñita, recuerda que no estamos solos, tú nunca estarás sola, Dios siempre estará contigo, no importa dónde estés, él siempre te acompañará−sus delgados brazos me envuelven en un apretón fuerte pero delicado que me tranquiliza.

Sus palabras me devuelven algo de paz, y la pesadez en mi estómago se disipa poco a poco.

−Claro que lo estás, esta vez nadie podrá salvarte−se acerca aún más.

Intento retroceder, pero su agarre es firme.

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Casi puedo escuchar a J repetir esas palabras una y otra vez en mi cabeza.−No te tengo miedo−su rostro se vuelve duro, su mirada antes verde se vuelve de color avellana, dándole un aspecto sombrío y peligroso.

−Pues deberías...

−Ryan, eres parte de mi pasado−intento explicarle, veo la duda y la rabia en él como si tuviera letreros enormes rodeándolo−me hiciste daño... o tal vez nos hicimos daño el uno al otro−aclaro, yo no fui la mejor persona tampoco, era ingenua, pero estaba enojada, aún lo estoy, pero no de la misma forma y he aprendido a vivir con ello aunque eso me haga daño−pero han pasado ya dos años, déjame en paz, cualquiera aquí se moriría por estar contigo...−sueno desesperada.

Su cercanía me asfixia. Odio que tenerlo cerca me afecte de esta forma.

−¿Cualquiera?−su tono es peligroso.

Jardín de mariposas (Golden Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora