Capítulo 4: De vuelta (Parte 2)

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Si quiero que Bastian confíe en mí y este ridículo plan que se me ha ocurrido en la ducha funcione tengo que dar la impresión de ser la misma chica que se fue de este podrido lugar con la cabeza en alto; indomable, dura y siempre enojada.

−¿Qué carajo creen que hacen? ¡Sí, estoy de vuelta! Así que dejen de verme como si fuera un fantasma. Y para las que no me conocen, seré su maldita pesadilla si se atraviesan en mi camino−digo fuerte y claro para que todas escuchen.

Salgo a paso apresurado de ahí, sin poder creerme que esa fuera la chica que hace dos años escapó de aquí. Sin duda Alec y su compañía tuvieron un efecto en mí, una muralla se cayó, pero debo reconstruir aquella fortaleza que me mantuvo viva desde que entré hasta que logré salir de aquí.

Mientras camino de regreso a la habitación donde seguro Max sigue esperando, lucho contra el impulso de golpear las paredes.

Siento mucha rabia. Ver a Kena detonó cosas en mí que había enterrado cuando me fui.

Al abrir la puerta veo que el bastardo inservible se ha quedado dormido.

−¡Eh, idiota, arriba! −le grito al oído. Cosa que hace que se despierte asustado.

−Estúpida...−levanta su mano con la intensión de golpearme.

−No te atrevas−ordena una voz potente desde la puerta.

Bastian.

−Yo...−intenta hablar pero Bastian hace que se calle con un simple movimiento de su mano.

−Cierra la boca, bastardo inservible−dice Bastian algo decepcionado.

Sonrío con malicia para él.

−Liah, necesito que hablemos. Las cosas han cambiado un poco y quiero que estés enterada para que evitemos todo eso tan tedioso de los castigos, ya sabes que odio eso...−dice con voz cansada.

Claro que lo odia, por eso siempre envía a alguien más. Excepto aquellos tres días en los que me hizo conocer el infierno, nunca olvidaré su sonrisa cuando acepté.

Camino detrás de él por los largos pasillos hacia su oficina en completo silencio. Un sabor metálico se instala en mi boca.

Me sorprendo al encontrar a alguien escoltando la puerta.

Es un chico, debe tener unos veintidós años, alto, muy alto, con el cabello castaño claro, casi rubio, sus ojos son de un azul eléctrico cautivante, tiene facciones algo rudas y un porte de chico peligroso que es bastante atrayente. Su mirada se cruza con la mía unos segundos antes de abrir la puerta para Bastian y para mí.

−Supongo que eso es una de las cosas que cambió en mi ausencia...−digo refiriéndome al chico que nos mira desde la puerta con la mandíbula apretada.

−Veo que estás de muy buen humor después de todo...−dice Bastian sonriente.

Me dejo caer en el sofá que está pegado a la pared junto a la pequeña biblioteca personal de Bastian; libros de economía, novelas policiacas y otras cosas en ruso que nunca me interesé en estudiar por más que Alec quiso enseñarme.

−No voy a dejar que me doblegues, así que no suplicaré, nunca más, simplemente haré mi trabajo y me dejarás en paz, eso será todo entre nosotros−digo con aire despreocupado.

Puedo sentir la mirada atenta del chico sin nombre sobre mí, pero no me interesa.

−Tengo un trato para ti−dice apoyándose sobre el escritorio mientras se cruza de brazos mirándome como si quisiera saber si tramo algún plan de escape. Lo cual es totalmente cierto.

−No me digas...−suelto una pequeña carcajada.

El chico se mueve incomodo sobre su puesto. Seguro cree que lo estoy arruinando todo, pero mi trato con Bastian siempre ha sido crudo y directo, al menos después muchas charlas no muy amenas en los calabozos los días siguientes a mi llegada.

−Hablo enserio−dice con voz firme−Volverás a tu antiguo trabajo, lo de siempre, más unas funciones extra−al ver mi reacción sonríe complacido, siempre supo cuánto odiaba mi trabajo−El trato es el siguiente; podrás salir una vez al mes, con vigilancia, claro está, tendrás doce horas, no saldrás de Londres, pero podrás ir a dónde quieras siempre y cuando cumplas con tu trabajo−su semblante es serio y calculador.

No necesito pensarlo mucho, salir, conocer la ciudad, poder investigar y relacionarme con personas será lo mejor para mi plan.

−De acuerdo−digo tras un largo y ruidoso suspiro−Cabe aclarar que no seré una de tus chicas, haré mi trabajo, solo eso, si alguna de tus labores extra incluye ser una prostituta puedes tirar del gatillo cuando gustes porque no lo haré, ¿está claro? −pregunto mientras me levanto del sofá.

−Está bien. Y más te vale hacer tu trabajo como una diosa, porque tu paseo mensual correrá por mi cuenta.

−Nunca dudes de lo que soy capaz, lo sabes mejor que nadie−le digo mirando sus ojos, oscuros, como los de Max, aunque estos son crueles. Max parece conservar una chispa de lo que alguna vez fue.

−Solo quería que lo recordaras−me regala una pequeña sonrisa.

−No hace falta.

−Bienvenida de vuelta, Liah.

Jardín de mariposas (Golden Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora