Capítulo 35: Esperanza

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­­­Dejo ir mi mente hacia lugares donde la luz no para de brillar, como los ojos de Alec la primera vez que le sonreí, o la risa de J cuando le hacía preguntas extrañas. Mientras canto me ayuda pensar en ellos, es como un ancla entre la persona que soy desde el escenario y la que era cuando estaba con ellos, esa parte de mí que no quiero perder pero que sólo podría ser si los vuelvo a ver.

¡Dios! Es tan injusto que los haya perdido a los dos...

Si me escuchas, si estás ahí, dame fuerzas para soportar esto, para hacer algo diferente con mi vida.

Siempre estaré contigo.

Mi pecho se contrae, siento que pierdo la respiración, el aire no llega a mis pulmones tan rápido como quisiera, pero retomo el ritmo.

¿Será que después de todo los cuentos de mi hermano no eran... cuentos?

Instintivamente busco un rostro familiar, Kena está en la barra con José pidiendo tragos, entonces mi mirada viaja hacia un costado, Theo está de pie mirando al frente. Tiene una mirada curiosa, recuerdo su expresión antes de que subiera al escenario, creo que no se dio cuenta de que estaba sonriendo cuando me vio, pero yo sí lo hice.

Sigo la mirada de Theo y veo a Petrov con sus famosas carpetas negras.

Esta noche parece haberse sacado la lotería, sonríe complacido mientras se sienta en el centro del salón junto a Val. Fyodor y Ryan lo acompañan. Los tres levantan sus copas hacia mí.

Vuelvo a poner mi mirada en algún punto al fondo de lugar y mi mente se pierde en recuerdos tan desgarradores como felices.

Beth y George riendo bajo un puente de uno de mis tantos malos pasos de baile, J cantando desafinado una canción de cuna para una bebé en uno de los orfanatos a los que fuimos a parar. Kena y Alec peleando por la única margarita del invernadero... se siente como si hubiera sido otra chica la que vivió todo eso, la que amó a su hermano mayor más que a nada y la que lloró la muerte de dos ancianos una noche de invierno.

Al terminar la canción todo pasa muy rápido. Recuerdo los gritos del público, los aplausos desenfrenados y haber amenazado a Bastian, también su sonrisa felina y preocupada.

No recuerdo mucho después de eso, pero ya estoy en mi habitación, frente al tocador, sin una gota de maquillaje y con el traje dorado hecho trizas a mis pies.

Tampoco recuerdo haber enloquecido, pero los pequeños cortes en mis nudillos lo confirman.

Me pongo un pijama de seda púrpura y me siento al borde de la cama.

−Dios, no sé muy bien cómo debería hacer esto, pero supongo que sólo debería decirlo−dejo salir el aire que no sabía que estaba conteniendo−Estoy cansada... tan simple como eso, me siento agotada, como si toda mi energía y mi fuerza se hubieran ido, estoy harta de fingir que no me duele estar aquí, que no quiero con todas mis fuerzas ver a mi hermano, harta de hacer de cuenta que todo me da igual o que la sangre que mancha mis manos no me atormenta en las noches−una lágrima se desliza por mi mejilla.

Caigo de rodillas al suelo y comienzo a llorar sin control, soy bastante consiente de mi fragilidad y de la necesidad aterradora que tengo de Dios.

Si es todopoderoso, omnipotente, creador de todo y su hijo murió para salvarnos (o eso es lo que decía J) entonces sólo Él puede llenar el vacío en mí y hacer que este corazón que ya no puede sentir más que dolor vuelva a latir.

Puedo percibir un abrazo cálido a mi alrededor, no sé quién sea, pero se queda por unos minutos hasta que finalmente se levanta y se va cerrando la puerta suavemente.

Cuando me levanto me duelen las rodillas y la espalda, pero mi corazón duele un poco menos y siento que puedo, puedo con esto porque ya no estoy sola, nunca lo estuve.

Es una verdad que me llena de una extraña paz. Y esperanza.

Hay una nota sobre la cama.

Bienvenida.

Es lo único escrito, sé que no es de Kena, su caligrafía es cursiva y prolija, esta es más suelta y relajada.

Alguien llama la puerta, Max entra a la habitación seguido de Ryan, mi paz es puesta a prueba por esos ojos verdes. Pero no pienso permitir que me robe de nuevo algo que me ha costado (literalmente) lágrimas conseguir.

−Tan resplandeciente como siempre...−intenta acercarse, pero retrocedo.

Max da un paso al frente. Su mirada es diferente, más suave.

−No te acerques−Ryan mira a Max con asombro−El jefe te dejó verla, pero te advirtió que no le pusieras un dedo encima, lo escuché−advierte el chico caminando hasta pararse a mi lado de manera protectora. Pequeños fragmentos del pasado pasan por mi mente.

−¿Qué quieres?−pregunto parpadeando rápidamente.

El chico a mi lado tiene una actitud diferente, no lo recordaba así desde hace casi seis años, cuando aún era dulce e inocente, tal vez en el fondo aún lo sea.

−Sólo quería hablar, estuviste increíble hoy, como aquella vez, ¿lo recuerdas?−da otro paso al frente pero Max se pone entre ambos.

−Será mejor que te vayas−le dice Max en tono amenazante.

−Vete, por favor−le pido a Ryan.

Sus ojos verdes se oscurecen, pero de inmediato sale del cuarto.

...

Holisssssssssss

Este es uno de mis capítulos favoritos de toda la historia y hoy quiero dedicárselo a la bebé Tofi, gracias por tu apoyo, tus comentarios, tus estrellitas y por tu lindas palabras cada vez que me lees, eres la mejor <3 

Jardín de mariposas (Golden Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora