«Los libros pueden unir más que corazones».
Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...
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•25 de febrero•
Último primer día de clases, no me vencerás.
Desperté muy temprano por la mañana con el para nada agradable sonido de la alarma. Pensé muy seriamente en lanzarlo como lo hacían en las películas para luego continuar durmiendo, pero descarté la idea al instante porque claramente no lanzaría mi celular por algún lugar de la habitación.
Así que, con el ánimo por el piso y los nervios hasta el techo, me puse de pie perezosamente, dirigiéndome al baño para darme una ducha.
Porque seamos realistas...
Nadie se levanta un lunes por la mañana con toda la energía del mundo y con los rayos del sol atravesando su ventana de una manera súper genial y con música de fondo.
Bueno, en las películas de Disney sí ocurre así.
Suspiré tranquila y cerré los ojos al sentir las gotitas de agua deslizar por mi cuerpo. No tardé mucho, puesto que los gritos de apuro de parte de mamá no me dejaron. Una vez seca y vestida, me puse frente al espejo y fruncí los labios, observando mi cabello. Lo más tedioso de todas las mañanas era mi caótico cabello, teníamos una especie de relación amor-odio, cuando no me quería, se esponjaba demasiado y era imposible lidiar con él.
Parecía Hermione en la primera película... O tal vez Hagrid.
Un Hagrid versión enana, porque no le llego ni a la mitad.
Una vez lista, tomé mi mochila y todas las cosas necesarias para sobrevivir en el día. Bajé poco a poco las escaleras y sonreí al ver a mamá, ella tenía unos papeles entre las manos y lucía hermosa, como siempre.
—Buen día, cariño —Saludó ella sonriente— Siéntate y desayuna, se te hará tarde y no quieres llegar tarde a tu último primer día, eh.
Ella se veía tan feliz, emocionada, alegre y resplandeciente un lunes por la mañana, ¿y yo? Yo parecía una momia toda tiesa y cansada por nada.
¡¿Cómo lo hacía?!
Ah, esperen, ya sé.
¡Es verdad! Ella se la pasa en la biblioteca durante todo el día, rodeada de libros y haciendo algo que ama, ¿quién no estaría feliz de pasar horas allí?
—Buen día, mamá —Respondí, sentándome junto a ella para después tomar una tostada— Voy bien en la hora, tranquila.
—Cómete todo, de aquí no te vas hasta que termines, señorita.
Blanqueé los ojos ante su comentario y asentí con lentitud. Desayuné junto a ella y nos quedamos platicando durante diez minutos. Hoy volvería con mi monótona rutina, aunque estaba segura de que este año sería de lo más tedioso y seguramente mis horas en la biblioteca se reducirían muchísimo.