Día: Miércoles.
Estado: Me quiero morir.
Frase del día: «Estoy bien».—Es que yo lo mato —bufó Olivia, molesta— ¿Cómo mierda se atreve? Es un idiota, es un completo idiota. ¿Acaso no se dio cuenta de la chica asombrosa que tenía? Hoy en día ya nadie sabe valorar, odio todo.
Sí... mis amigas ya se habían enterado de lo sucedido. Al igual que a mí, en un inicio se negaron a creer lo que había pasado, no podían asimilarlo del todo todavía. Apenas lo supieron las cosas se descontrolaron, en especial con Oliv. La rubia estaba enfadada y parecía poder explotar en cualquier momento por la rabia. Para ser honesta, creí que Josh sería el peor en reaccionar, pero al parecer alguien tomó su lugar.
—Olivia... —le regañó Josh entre dientes.
—¡Es un estúpido! —exclamó ella— ¿Cómo que no recuerda nada? Ese cuento no me lo trago, debe haber una explicación.
—Amor, tranquilízate —dijo Scott, pasando un brazo alrededor de sus hombros—. Sí, lo que hizo está mal y no lo justificaré aunque sea mi hermano, pero...
—¿Pueden dejar de hablar de eso? —Interrumpió Addy—. Por favor, chicos, basta. Mejor cambiemos de tema.
Suspiré.
Nos encontrábamos en la cafetería del instituto, era nuestra hora de receso. El jugo de manzana que había comprado se encontraba intacto frente a mí, no tenía mucho apetito, lo único que quería era llegar a casa y descansar.
—Perdón —Oliv tomó una profunda respiración y luego exhaló el aire, tratando de tranquilizarse— Pero es que ese imb—
—¡Olivia! —la regañaron todos al unísono.
Tomé la cajita de mi jugo y la agité, poniéndome de pie.
—Oigan, no me siento muy bien —avisé dispuesta a irme, porque si escuchaba una sola palabra más acerca de Sebastián ese horrible dolor en el pecho volvería—. Estaré en el salón, los veo en clases.
A pasos rápidos me alejé de ellos, encaminándome hacia mi próxima clase. Los pasillos del instituto se me hicieron eternos mientras mi cabeza se llenaba de pensamientos que había estado tratando de evitar en lo que íbamos de la semana. Suspiré con alivio al llegar al lugar y caer en cuenta de que aún no había nadie, así que me dirigí a mi puesto y tomé asiento, descansando mi cabeza sobre la mesa.
Duele, duele, duele.
Mamá sospechaba que algo raro pasaba, me lo había preguntado varias veces estos últimos días. Demonios, ¿cómo le explicaba que el chico al que ella tanto adoraba le había roto el corazón a su hija?
No había visto ni hablado con Sebastián desde ese día, estaba evitando todo tipo de contacto y comunicación con él. No podía, simplemente no podía, aún no me sentía lista.
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The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...