—Emma, cariño, de izquierda a derecha.
Solté un profundo suspiro al oír las palabras de mamá detrás de mí y asentí sin ganas, obedeciendo ante su orden. Comencé a sacudir de izquierda a derecha, tal y como ella me lo había indicado.
Por fin había vuelto a mi cotidiana rutina y logré liberarme de exámenes y proyectos escolares durante el mes entero. Nos fue muy bien en el trabajo de artes... O al menos eso quería creer yo. Cuando lo entregamos, el regordete hombrecito de bigote simpático se quedó observando la maqueta durante varios segundos. Aunque en realidad no fue eso lo que me tranquilizó, sino la sonrisita de aprobación que vi aparecer en su rostro.
Bien, algo es algo. Me ilusiono más rápido que las protagonistas de mis libros favoritos.
A veces sentía que mi futuro dependía completamente de una tonta calificación, y admito que siempre me preocupaba por ello a tal punto de que, en ocasiones, terminaba llorando por el temor que me consumía al no saber qué haría con mi vida al finalizar la secundaria y graduarme dentro de unos meses.
Luego se me venía la universidad, estrés, llantos de frustración, trabajo, más responsabilidades, más trabajo... Muerte. En conclusión, pasaría la mitad de mi vida estudiando y la otra mitad trabajando para ganar dinero, pagar deudas y finalmente morir.
Pero qué encantador.
Emma Harvey, eres una jodida amargada y negativa. Nada más que decirte.
—Toc, toc.
Unos falsos golpecitos de puerta llamaron mi atención y me hicieron dar un pequeño brinco en mi lugar, provocando que mi cuerpo, de manera involuntaria, sacudiera con fuerza el plumero que tenía entre mis manos. ¿El final? Todo el polvo acumulado en éste voló y cayó por doquier, incluyendo mi rostro.
Demonios.
Comencé a toser exageradamente y sentí todo mi ser arder al caer en cuenta de que había tragado un poco del polvo recolectado de los estantes.
—¡Emma! —mamá comenzó a darme palmaditas en la espalda, para después sacudirme con brusquedad por los hombros.
—Es-es... —Intenté explicar entre tosidos— Estoy bien —murmuré, tratando de controlar mi agitada respiración.
Me giré con la intención de ver al responsable de causarme tal susto. Aunque, por supuesto, ya había comenzado a sospechar de quién se trataba, aquella voz no podía ser más reconocible para mí.
—Ups... —pronunció él, sonriéndome con inocencia y claro arrepentimiento—. Lo siento, Naranjita, mi intención no era matarte.
—Eres un tonto, Sebastián Evans —gruñí algo molesta, soltando un bufido.
—Este tonto acaba de terminar el libro que le recomendaste y quiere comentarlo contigo ―respondió, haciendo un falso puchero para después dirigir su mirada a mi madre—. ¡Señora Harvey! Disculpe mis modales, dígame, ¿qué tal está?
ESTÁS LEYENDO
The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...