•Capítulo 24: Andrés, querido Andrés•

20.5K 2.1K 1.1K
                                        

Despertar con una mancha en el trasero no es para nada agradable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despertar con una mancha en el trasero no es para nada agradable.

Mucho menos si esa mancha es de sangre.

Oh, Merlín, ¡¿por qué ahora?!

Solté un sonoro bufido de molestia y retiré con brusquedad las sábanas y mantas de mi cama, sosteniéndolas con una de mis manos. Con la otra, me acerqué a mi velador y tomé una toallita higiénica para posteriormente salir a pasos apresurados de mi habitación, dirigiéndome al baño. Antes de poder llegar a mi anhelado destino, me encontré con mamá en el pasillo, quien tenía una enorme sonrisa en los labios.

—¿Hija?

Su tono fue de clara diversión al verme. Ella alzó una de sus cejas y se cruzó de brazos frente a mí, dejando escapar una risita.

—Buenos día, mamá —saludé sin ánimos, señalando las sábanas— Lavaré esto por la tarde, ¿sí? Se me hace tarde.

Intenté pasar por su lado, pero ella me detuvo, tomándome del brazo. Fruncí las cejas y posé una vez más mis ojos en ella, extrañada, ¿por qué demonios sonríe tanto? La mujer negó con desaprobación y extendió sus manos hacia mí.

—Dame eso —pidió, a lo que negué de inmediato. Ella entrecerró los ojos de manera amenazante y, rendida, se las entregué—. Tranquila, cariño, yo me encargo. Te daré algo para aliviar esos dolores.

¿Qué había hecho yo para merecer a una madre tan comprensiva y dulce? Rápidamente la culpa me comenzó a carcomer por dentro y las imágenes del sobre llegaron a mi mente en pocos segundos, haciéndome sentir la peor persona del mundo. Le estaba ocultando algo, algo que, analizándolo bien, era muy importante.

—Gracias, mamá —musité, regalándole un intento de sonrisa—. Iré a darme una ducha, no tardo.

Ella asintió, encaminándose a la planta de abajo.

Apenas estuve en la ducha, me permití disfrutar de la tranquilizante sensación que provocaban las pequeñas gotas de agua tibia cayendo sobre mi cuerpo. Mis pensamientos se apoderaron de mí durante todo el proceso, así que para cuando salí y me dirigí a mi habitación para poder vestirme, terminé con cientos de preguntas nuevas dando vueltas por mi cabeza.

Una vez lista, me encargué de almacenar un par de toallitas y un rollo de papel higiénico al interior de mi mochila. A pasos cansados me dirigí hacia la primera planta, encontrándome con mamá preparando su usual taza de café como solía hacerlo todas las mañanas. Tomé asiento frente a ella y suspiré de manera dramática, descansando mi cabeza sobre la mesa.

—Te regañaría por el cabello húmedo, pero se te hace tarde —comentó, extendiéndome un plato con dos tostadas—. Come, porque de aquí no saldrás hasta que termines todo.

Quejarme no serviría de nada, porque contra ella nadie podía ganar. No tenía mucho apetito, pero al ver el frasco con la deliciosa mermelada de frambuesa mi cabecita cambió de opinión.

The Library Of Our DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora