•Capítulo 41: La sorpresa•

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Hola, Diosito

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Hola, Diosito. Sí, soy yo de nuevo.

—Oigan, ¿cuántos Padre nuestro creen que sean necesarios?

Solté una risita al oír las palabras de mi rubia amiga y dirigí mi mirada a ella, negando repetidamente. La temporada de exámenes oficialmente había llegado a su fin y yo no podía estar más ansiosa y nerviosa por los resultados. Una parte de mí se sentía confiada, porque sabía muy bien cuánto me había esforzado estudiando, pero la otra estaba tan temerosa que lograba ponerme insegura respecto a eso.

—Olivia Brown, las oraciones no te van a salvar —le contestó Addy— No hay vuelta atrás, ¡las pruebas ya están dadas!

—Agh —soltó la rubia con amargura— ¡Entonces ya estoy jodida! ¿Matemáticas? ¡Apesto en matemáticas! Tantos números y cosas raras me marean, ¿y para qué? ¡Para que el resultado me dé un estúpido uno!

—Pues yo te ofrecí mi ayuda y tú te negaste —Interpuso ahora Scott, elevando ambas cejas en su dirección—. Eres una chica muy terca, eh.

—Y que ni intente negarlo, porque saldrá perdiendo —se burló Josh—. En fin, especímenes, sólo habrá que esperar los resultados. ¡Ahora somos libres!

La aglomeración de alumnos a la salida de la escuela era increíble, jamás había visto a tantas personas juntas en mi vida. Era un completo caos. Todos se empujaban y reían entre sí, soltando sonoros gritos de felicidad por las tan anheladas vacaciones que tendríamos por un par de semanas.

Cuando logramos salir de allí, emprendimos nuestra caminata hacia la parada de autobuses. Como era de esperarse, en esta ocasión tardó un poco más de lo normal debido a la gran cantidad de personas que había. Cansada, recargué mi cabeza contra uno de los largos pilares y comencé a escuchar lo que conversaban los demás.

—¿Otra vez te rayaste los brazos, Emma?

—¡No son rayas! —protesté ante la pregunta de Addy— Y en mi defensa, biología me aburre.

—¿Entonces qué demonios son? —Inquirió Oliv.

Sonreí ligeramente y les mostré mi brazo, orgullosa.

—¡Runas!

Ambas intercambiaron un par de miradas y luego rieron, pellizcándome las mejillas. Arrugué la nariz y me encogí en mi lugar, removiéndome un poco.

Aún estás chiquita, Harvey dijo Oliv mientras me revolvía el cabello. Te amamos, enana.

Subimos entre empujoncitos cuando el autobús finalmente llegó. Adoraba pasar tiempo con mis amigos, sin duda alguna todos y cada uno de estos pequeños momentos jamás se me olvidarían. Eran algo único. A veces no necesitaba mucho para hacer de mi día algo maravilloso, un par de sonrisas y buena compañía era más que suficiente.

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