SEBASTIÁN
—¡Por favor! ¡Queremos conocerla!
Rodé los ojos y negué una vez más al oír a James y Derek repetir lo mismo. Llevaban aproximadamente quince minutos haciéndolo mientras me perseguían alrededor de toda la casa. Por supuesto, ellos todavía no se rendían.
—No, ya les dije que aún no —respondí, dirigiéndome a la cocina.
—¿Aún no? —Derek frunció el ceño en dirección a mí y entreabrió la boca, indignado—. ¡Recapacita ya, Sebas! ¡Debemos conocerla!
Negué nuevamente.
—¿Por favor? —Ambos se pusieron de pie frente a mí e hicieron un puchero, parpadeando de manera repetitiva al mismo tiempo.
—Oh, no, eso no funciona conmigo —reí.
Me giré, buscando dentro del gabinete un vaso para luego llenarlo con agua y beber. Un inevitable y profundo suspiro escapó de mis labios apenas terminé y observé a los chicos frente a mí, enarcando una ceja. Me consideraba una persona con muchísima paciencia, pero ellos en definitiva se estaban aprovechando de aquello.
—Sebastián... —insistió James, para después detenerse y bufar— ¿Sabes? Olvídalo, nosotros mismos vamos a ir a esa biblioteca. Andando, Derek.
—No serían capaces —los reté, dejando el vaso de lado.
—Ah, ¿no? ¡Mira cómo salimos! —el morocho se acercó a la puerta de casa y abrió, a lo que James no tardó en caminar detrás de él, siguiéndolo.
Mierda.
—¡Esperen, par de tontos! —gruñí, tomando las llaves entre mis manos para salir rápidamente― Bien, está bien ―suspiré―. Ustedes ganan, andando.
—¡Excelente! ¿Ves cómo las cosas salen bien siendo pacíficas? —Derek dio unas palmaditas a mi espalda, sonriéndome con inocencia.
—Sólo compórtense, ¿bien? ―pedí, cerrando la puerta detrás de mí.
—¡Cómo usted ordene, mi capitán! —el ruloso hizo un gesto militar con la mano y comenzó a caminar.
Después de aproximadamente quince minutos caminando, llegamos a las afueras de la gran biblioteca, la que pude distinguir a lo lejos con bastante facilidad gracias al bonito y llamativo letrero que tenía en la parte superior. Apenas entramos, la característica campanilla sonó y aquel encantador aroma se hizo presente, a lo que me fue inevitable no sonreír.
Pude divisar a la señora Harvey detrás de su escritorio, quien tecleaba concentrada sobre su portátil. La amable mujer sonrió al verme y movió la mano en forma de saludo en dirección a mí y a mis amigos. Imité su acción y decidí pasar de ella para no molestarla, adentrándome al interior de los largos pasillos a pasos silenciosos.
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The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...