•Capítulo 12: Setenta y tres días•

20.7K 2.7K 2.5K
                                    

•29 de marzo•

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

•29 de marzo•

SEBASTIÁN

Setenta y tres días.

Si me pidieran nombrar algún suceso del cual no estoy para nada arrepentido junto a una fecha inolvidable, sería sin duda el día en que fui por primera vez lleno de curiosidad a esa biblioteca, aquel dieciséis de enero.

Setenta y tres días.

Un número reducido si nos ponemos a pensar en la infinidad de números que existen y la cantidad de cifras que podríamos formar con cada uno de ellos, aunque algo realmente eterno si hablamos del retraso de algo que esperamos con ansias.

Setenta y tres días.

Setenta y tres días, poco más de dos meses y mucho más de mil horas desde que llevo viendo a aquella castaña gruñona en la biblioteca. Esa es la cantidad de tiempo que ha pasado desde que mis tardes comenzaron a ser diferentes y todo cambió. Setenta y tres días... Setenta y tres días desde que conocí Emma Harvey.

Y vaya que no me arrepiento de nada.

Solté un profundo suspiro y recosté mi rostro entre mis manos, observando con cansancio las escenas frente a mí, no era interesante, aunque tampoco aburrido. Había personas caminando y riendo por doquier alrededor de toda la cafetería.

Para mi suerte, el viernes al fin había llegado y aquello implicaba poder regresar a casa y descansar sin ningún tipo de preocupación escolar para el día siguiente. Durante esta semana no había visto a Emma, sólo hablamos un par de veces por mensajes y ya. Tampoco quería molestarla, sabía muy bien que ella estaba ocupada con todo lo relacionado a trabajos de la escuela. Para ambos era nuestro último año y debo admitir que estaba siendo más pesado y agotador de lo que imaginé.

Fue raro no verla durante estos últimos días, y fue mucho más raro llegar a la biblioteca y sentarme a leer solo, sin tener a alguien a mi lado a quien molestar. Emma Harvey se había vuelto una parte fundamental en mi rutina y, de alguna u otra manera, echaba de menos ver los gestos que hacía cuando leía, o cada vez que fruncía el ceño cuando la hacía enfadar, o aquellas risas nerviosas que se le escapaban de vez en cuando sin razón específica.

—Tierra llamando a Sebastián.

Parpadeé un par de veces al oír la voz de James y posé mis ojos en él. El chico pasaba repetidamente su mano frente a mi rostro, intentando llamar mi atención.

—¿Ah? —Musité desconcertado, frunciendo las cejas.

—¿En qué piensas tanto, hermano? —Preguntó Derek― Últimamente andas más en la luna que aquí, eh.

—La verdadera pregunta es... ¿En quién piensas tanto? —Le corrigió James con una sonrisa pícara en el rostro, haciendo énfasis en la palabra «quién».

The Library Of Our DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora