•Capítulo 20: Melanie•

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SEBASTIÁN

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SEBASTIÁN

—Recuerden que para la próxima clase deben traer el ensayo completo, setecientas cincuenta palabras. Cinco puntos menos por mala redacción y diez por la ortografía, pónganle empeño, es su último año —La dulce voz de la profesora de literatura retumbaba por todo el salón de clases. Moví el lápiz a la par de sus palabras, tratando de tomar apunte lo más rápido posible para así no olvidar ningún mínimo detalle—. Pueden salir, tengan un buen día, muchachos.

Descanso, al fin.

Un profundo suspiro de alivio escapó de mis labios en cuanto ella terminó de hablar y finalmente se fue. Guardé mis cosas con una velocidad que me sorprendió hasta a mí mismo y me puse de pie, pasándome las manos por el rostro. Este sin duda estaba siendo un día muy agotador y lo único que quería era llegar a casa.

—Caminen, no pienso perderme el almuerzo hoy —oí la voz de Derek por detrás. El chico nos dio un empujoncito a James y a mí, haciéndonos caminar en dirección a la cafetería.

—¡Cuidado conmigo! —Exclamó James, lanzándole una mala mirada con los ojos entrecerrados— Soy de porcelana fina, quita tus manos de mí, Jones.

Aquí vienen.

—¿Porcelana? —Repitió el morocho, enarcando una ceja para después soltar una carcajada— Sí, claro.

Rodé los ojos ante sus palabras, rendido. No había día en que James y Derek no hicieran su escena de drama.

—¿Qué piensan comer? —Cuestioné.

Mi cuerpo ya pedía comida y moría de hambre. Apresuré mis pasos, deteniéndome de golpe al observar la gran cafetería. El lugar se encontraba llenísimo.

—Mierda —Murmuró Derek, pasando de mi pregunta— Corran.

Y, como los chicos hambrientos que éramos, corrimos como si nuestra vida dependiese de ello. Nos posicionamos detrás de la última persona en la fila y esperamos nuestro turno, observando los menús que había disponibles para el día de hoy.

—¿Hamburguesa? —Sugirió James, encogiéndose de hombros— ¿Qué más podemos pedir? No hay mucha variedad y se me antoja algo que tape mis arterias. Tomen todo mi dinero, ¡viva la comida basura!

Derek y yo asentimos ante la propuesta de James y éste salió de la fila para ir en busca de una mesa disponible. La fila avanzó de una manera torturantemente lenta y, luego de unos largos minutos, al fin llegó nuestro turno. Después de ordenar y pagar la comida, nos instalamos en una de las mesas de la enorme cafetería con tres deliciosas y tentadoras hamburguesas sobre las bandejas. Además, teníamos porciones de papas fritas y refrescos bien fríos para cada uno de nosotros.

Muy saludable, lo sé.

Sin duda a mamá no le agradaría esto.

—¡Pido la más grande para mí! —James acercó su mano hacia la bandeja con rapidez, tomando la hamburguesa más grande.

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