•Capítulo 59: Celebrar nuestros logros•

16.8K 1.5K 1.9K
                                    

Me removí poco a poco sobre la cama al sentir cómo un diminuto rayo de luz me pegaba directamente al rostro, lo que me hizo despertar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me removí poco a poco sobre la cama al sentir cómo un diminuto rayo de luz me pegaba directamente al rostro, lo que me hizo despertar. Me quejé todavía con los ojos cerrados y aferré mis brazos al cuerpo que tenía a mi lado. Mi mejilla descansó contra su pecho descubierto y suspiré al sentir cómo sus dedos se enredaban con delicadeza en mi cabello para comenzar a acariciarlo.

—Hey.

Su voz ronca que indicaba que también acababa de despertar envió una corriente por todo mi cuerpo. Rendida, me froté los ojos y los abrí con lentitud, parpadeando un par de veces con la intención de acostumbrarme a aquella luz que atravesaba la ventana.

—Hola —Sonreí y besé su mejilla.

Sebas me devolvió la sonrisa. Sus brazos me rodearon por la cintura con cariño para apegarme a su cuerpo y una de sus manos descendió hacia mis muslos descubiertos, los cuales no tardó en acariciar con las cálidas yemas de sus dedos, trazando suaves líneas que marcaban su tacto con ellos.

—¿Dormiste bien? —preguntó.

Yo asentí.

—Me alegra —dijo, plantando un besito en mi coronilla—. Me encantaría pasarme el resto del día aquí acostado contigo y llenándote de mimos, pero...

—Pero hoy regresamos a casa y quedamos en ir a la playa —terminé por él, haciendo un falso puchero—. Sigo cansada.

—Bien, cinco minutos más, ¿sí?

Los cinco minutos transcurrieron volando, luego los diez, treinta y pronto pasó la hora. Me aferré al cuerpo de Sebastián con fuerza y enterré mi rostro en su pecho, rogándole para que no se levantara. Quedarme el resto del día en la cama sonaba un buen panorama para mí, pero estaba segura de que, si aún no lo había hecho, Oliv despertaría en cualquier momento y vendría a sacarnos de la habitación para que empezáramos a prepararnos.

—Por favor, por favor, por favor —supliqué— No quiero levantarme, si quieres anda tú y diles que me morí. Déjame aquí.

Sebas carcajeó.

—Vamos, a levantarse —Insistió. Volví a hacer un puchero y me recosté sobre él, impidiéndole poder salir de la cama—. Con esa carita bonita que tienes no, por favor.

—Cinco minutos más —pedí, dejando un besito en su cuello— ¿Por favor?

—No vas a ganar esta vez —logró deshacerse de mi agarre y se puso de pie, estirándose un poco en el acto—. Auch, me duele la espalda... —se quejó— Naranjita, ¿estás segura de que no tengo una de tus uñas enterradas en mi piel?

Le lancé una almohada al escucharlo.

—No seas tonto —gruñí— Los rasguños no duelen tanto, ¡fue sin querer!

El chico rodó los ojos y tomó sus cosas para dirigirse al baño y darse una ducha. Yo me quedé acostada en la cama con cero ganas de levantarme, aunque sabía que debía hacerlo tarde o temprano. Suspiré como una estúpida al recordar lo sucedido anoche y un leve calor invadió mis mejillas, las escenas parecían no querer dejar de repetirse en mi mente.

The Library Of Our DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora