•Capítulo 58: Amar•

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Advertencia: Capítulo con contenido +18 (no es nada muy explícito, pero aviso en caso de que haya personitas a las que no les guste leer este tipo de escenas. No se preocupen, que está casi al final y pueden saltársela ^^), feliz navidad. ;)

•••

Mis ojos se abrieron con asombro al entrar a la casa y observé todo a mi alrededor, completamente fascinada por la belleza del lugar. Las altas y amplias paredes me hicieron sentir diminuta en cuanto estuve rodeada de ellas y suspiré, el piso era cubierto por una bonita cerámica de mármol y habían varios muebles rústicos alrededor de todo el lugar, dándole un indescriptible aspecto clásico y moderno a la vez. Recordaba haber venido un par de veces aquí cuando era pequeña, pero todo se encontraba muy distinto ahora. Sin duda alguna los padres de Addy habían hecho un gran trabajo en cuanto a la remodelación.

—Escúchenme, hay cinco habitaciones —Informó Addy— No quiero perder el tiempo en discusiones de quién se queda con esta y quién con la otra, hay tres arriba y dos abajo, así que bienvenidos a Los juegos del hambre, ¡¡corran!!

Merlín.

Me aferré a mi bolso con fuerza y ni siquiera me lo pensé, corrí escaleras arriba como si mi vida dependiera de ello. Sonreí al encontrarme con una habitación libre y empujé la puerta con la intención de entrar. Cuando lo hice, sentí unos brazos tirarme por la cintura y luego hacerme girar.

Sebas.

—¿A dónde vas? —preguntó él con el ceño fruncido.

—A una habitación —respondí obvia, moviéndome entre sus brazos— ¡Evans, me la van a ganar!

—¿Me dejarás durmiendo solo?

—¿Por qué no? Ya estás bastante grandecito para eso —me burlé. El chico hizo un puchero que fue suficiente para hacer que me derritiera allí mismo. Suspiré—. Agh, entra ya a una.

Sebas sonrió victorioso y tomó de mi mano con delicadeza para adentrarme junto a él a una de las habitaciones, esta era bastante grande y las paredes estaban cubiertas por un precioso color celeste. Abrí los ojos de par en par cuando noté que solo había una cama matrimonial en medio y aclaré la garganta, sintiendo cómo el calor se apoderaba de mis mejillas.

—Dormiremos aquí —me sonrió, tomando mi bolso para dejarlo junto al suyo—. ¿Está bien?

—¿Juntos...? —alargué— ¿Los dos? ¿En una sola cama?

—Sí —respondió él. En seguida su expresión cambió y noté el arrepentimiento en su rostro— ¿Te molesta? Perdón, perdón, perdón. Si quieres podemos pedirle a alguien que cambie conmigo, debí preguntarte antes, no quiero que te sientas incómoda. Yo no...

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