•Capítulo 40: La feria del libro•

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Me encontraba en la cocina junto a mamá, ayudándola a cortar algunos de los vegetales que utilizaría dentro de unos minutos más para la preparación del almuerzo

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Me encontraba en la cocina junto a mamá, ayudándola a cortar algunos de los vegetales que utilizaría dentro de unos minutos más para la preparación del almuerzo. Estos días habían sido... ¿normales? ¿Agotadores? ¿Más tranquilos en cuanto a cómo me sentía? No lo tenía muy claro aún, pero lo que sí tenía claro era que la semana de exámenes ya estaba por finalizar y aquello me quitaba un gran peso de encima.

Comencé a tararear una canción como siempre solía hacerlo, procurando que la torpeza no poseyese mi cuerpo y causara algún corte en uno de mis dedos, o, en el peor de los casos, en toda mi mano. Cuando me lo proponía podía ser lo suficientemente torpe como para provocar un accidente.

—Cariño, ¿podemos hablar?

La voz de mamá capturó mi atención apenas oí aquella frase que tanto me aterraba. Levanté la cabeza para mirarla y asentí con lentitud, un poco asustada.

Mierda, ¿y ahora qué hice?

—Claro, ¿qué pasa? —pregunté, dejado el cuchillo con el que cortaba los vegetales de lado.

Sus verdes ojos me observaron curiosos, buscando un no sé qué en mi rostro. Apreté los labios con algo de temor y empecé a jugar con mis dedos, nerviosa.

—Siéntate —ordenó, señalando el taburete tras el mesón de la cocina.

Obedecí de inmediato.

—Mamá, estás asustándome.

Ella acercó su silla a la mía y luego tomó una bocanada de aire, preparándose para hablar.

—¿Qué ocurre contigo? Estos días te he notado tan... distraída —comenzó— ¿Estás bien, cariño? ¿Pasa algo que deba saber?

—No —me apresuré en negar. Sentí la tranquilidad recorrer mi cuerpo al caer en cuenta de que no se refería a lo sucedido en la biblioteca hace unos días—. Está todo bien, deben ser los exámenes... me tienen un poco cansada, es todo.

—¿Segura? —Insistió a la vez que tomaba mis manos entre las suyas— ¿Algún problema con tus amigos? ¿Ocurre algo en la escuela? ¿Todo bien con Sebas?

—Todo bien —Sonreí, rezando en mi interior para que aquello la terminase por convencer—. En la escuela no ocurre nada malo, estoy unida más que nunca con los chicos y con Sebas todo va genial, de verdad.

La mujer asintió con lentitud, dejando una suave caricia en mi mejilla. Pude ver cómo se enderezaba sobre su asiento y relamía sus labios.

—Hablando de Sebas... —Agregó, y supe al instante hacia dónde se dirigía—. Hay otra cosa de la que ya hemos hablado antes, pero creo que es importante volverlo a mencionar ahora.

Merlín, que no sea lo que estoy pensando, por favor.

—Mamá, no es necesario —Interpuse— Ya hemos tenido esta plática, sé todo lo que debo saber gracias a ti y lo tengo más que claro, ¿sí? No te preocupes.

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