«Papá».
Las palabras salieron por sí solas de mi boca, como si hubiesen extrañado la calidez que se sentía nombrar al que fue el hombre más importante en mi vida... como si lo hubiesen echado de menos. Sin embargo, después de eso, no pude pronunciar más. Una parte de mí se sentía aterrada, pero la otra parecía estar sorprendida y tranquila al saber que mis dudas podrían aclararse por fin.
¿No era esto lo que quería? ¿Verlo? ¿Hablar con él? Eso creía querer hasta hace unas horas, pero ahora, teniéndolo justo frente a mí, me sentía tan indefensa y débil que apenas parecía poder procesar lo que estaba sucediendo. No estaba preparada, por supuesto que no. Jamás esperé que el hombre al que solía considerar mi padre apareciera así después de tantos años.
Intenté mantener la calma, pero mis manos no tardaron en sudar y mis piernas temblaron como si ya supiesen que debían hacerlo. Mi corazón latió con prisa y sentí cómo el pecho se me oprimía dolorosamente, comenzando a dificultarme el poder respirar.
Respira, Emma. Por favor, sólo respira.
—Emma... —murmuró él. Retrocedí un par de pasos al verlo acercándose a mí— Hija.
Hija.
Algo dentro de mí se removió al escucharlo hablar. Apreté los puños con fuerza y fruncí el ceño, haciendo mi mayor esfuerzo por mantenerme firme.
Y entonces, mi primer sentimiento salió a la luz: enfado.
—¿Hija? —repetí incrédula, sintiendo mi labio inferior tiritar— ¿De verdad te atreves a llamarme tu hija después de todo este tiempo?
—Emma, escúchame —Insistió. Una vez más, intentó acercarse, pero volví a retroceder— Lo siento muchísimo.
Quería llorar, quería romper en llanto allí mismo, quería salir corriendo y esconderme como una pequeña niña, pero no lo hice. No lloraría, no frente a él.
—¿Q-qué haces aquí? Vete.
—Debes escucharme, por favor —suplicó—. No tenemos mucho tiempo, tu madre no quiere que me acerque a ti.
—Por algo será, ¿no?
Lo miré directo a los ojos y no aparté la mirada en ningún momento. Mamá siempre decía que había que mostrarnos seguros en situaciones como estas, de no ser así, la otra persona podría ocupar nuestra vulnerabilidad en contra.
Puedes hacerlo.
—Ella sabía de los sobres que te envié —dijo él de repente— No la puedes engañar, no a ella. Tu madre es una mujer muy lista.
¿Cómo?
—No, no es verdad —me negué—. No me ocultaría algo así, dijo que después de que te fuiste no volvió a saber de ti.
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The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...