•Capítulo 3: El chico fastidioso•

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•27 de enero•

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•27 de enero•

3:30 am

Mamá de seguro me mata.

Corrección, nos mata.

—Shh... No hagan ruido —Susurré.

Intenté mantener mi bajo volumen de voz para que así mamá no nos escuchase. Oliv, Addy y Josh ingresaron a la casa detrás de mí y cerraron la puerta con temor. Sí, ellos habían venido conmigo y se quedarían a dormir, ¿saben la estúpida excusa que ocuparon con sus padres? "La fiesta estaba muy aburrida, así que nos devolvimos antes y decidimos hacer una pijamada en casa de Emma como los buenos chicos que somos, ¿me dejas quedarme aquí hasta mañana? ¿Sí? ¿La ropa? No hay problema con eso, es cómodo dormir con jeans".

Bueno, fue algo así.

—¡Auch! Mi pie, estúpida —Se quejó Josh, tratando de subir las escaleras.

—Lo siento —Susurró Olivia.

Y de pronto, un fuerte carraspeo de garganta nos interrumpió y quedamos petrificados. Bueno, no literalmente... Pero estábamos jodidos.

Como si de una bruja se tratase, mamá prendió una linterna y miramos en su dirección. Ella se encontraba sentada sobre el sofá con los brazos cruzados, una ceja enarcada, y el pijama puesto. ¡Qué miedo!

—¡Hola, tía! —Soltaron mis amigos al mismo tiempo, sonriendo con inocencia. Entre todos nos empujamos y bajamos los dos pobres peldaños que habíamos alcanzado a subir.

—Hola, mami —Imité a mis amigos y mordí mi labio de manera nerviosa.

—¿Hola? ¡Emma Elizabeth Harvey! ¡Estas no son horas de llegar, les podría haber pasado algo! —Exclamó mamá de forma apresurada.

Silencio.

¿Qué puedo decir yo? ¿Lo siento?

Observé de reojo a mis amigos, ellos tenían la cabeza agacha y parecíamos soldaditos el uno al lado del otro, o quizá pequeños niños siendo regañados. Aunque claro, no lo éramos.

—Lo sentimos mucho, tía, no volverá a suceder —Se atrevió a decir Oliv.

—¿Josh? ¿No dirás nada? —Preguntó la mujer, posando ahora sus ojos en el castaño—. ¿Addy?

—Yo sé que usted me ama y me tiene mucho cariño —Respondió mi amigo como un niño pequeño— ¿Nos perdona?

Josh... El consentido de mi madre.

Mamá se lo pensó unos segundos y entrecerró los ojos, dándonos un intimidante vistazo a cada uno de nosotros. Sólo pudimos quedarnos en silencio a la espera de su respuesta.

—¡Última vez! —Aceptó ella, señalándonos. Nosotros asentimos de manera temerosa lo más rápido posible—. Vengan aquí —Extendió sus brazos de lado a lado y todos nos acercamos sonrientes, uniéndonos en un cálido abrazo grupal.

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