Capítulo final.
¿Ya han pasado por esos días en los que solo quieren detener el tiempo? Sí, esos en los que te la pasas tan bien que lo único que deseas es repetir cada valioso segundo de él para siempre. Pues eso me había sucedido. Para mi mala suerte, los días transcurrieron sorprendentemente rápidos y este sin duda alguna era uno de esos momentos en los que quería congelar el tiempo para que Sebas no se fuera y así poder quedarme unos pocos minutos más a su lado... pero lamentablemente eso no se podía.
Mañana era el día.
Mañana Sebas se iría.
Y no negaría que el corazón me dolía como nunca y el simple hecho de imaginarlo desde ya subiendo a ese avión me estaba rompiendo en mil pedazos.
Tenía planeado ir a embarcarlo al aeropuerto junto a su familia. Su vuelo salía a las seis de la tarde, pero debía estar un tiempo antes allí. Por ahora solo me quedaba esperar y tratar de no pensar en ello.
Así que aquí estaba yo, arropada en mi cama con un montón de mantas encima mientras abrazaba el panda de peluche que Sebas me había obsequiado en nuestra primera cita, ese que ganó en el parque de diversiones para mí. Estaba usando una sudadera suya que le había robado y todavía conservaba su aroma, lo que me hacía extrañarlo aún más. Después de varias insistencias, mamá decidió dejarme sola y darme mi espacio porque comprendía cómo me sentía, creo que ya había deducido que hoy no me apetecía salir de la cama y que me la pasaría todo el día aquí adentro.
El pecho me dolía con cada pequeña respiración que llevaba a cabo y aquella inquietud parecía no querer irse, sobrepensarlo todo no estaba ayudando, pero tampoco podía dejar de hacerlo.
Nuevo año, nuevos comienzos, ¿no?
Y en lo único que deseaba pensar era que este sería bueno, incluso mejor que el anterior. Sabía que las cosas con Sebas se podrían mantener y reforzarse, la distancia no podía impedirnos aquello... ¿verdad?
Ya deja de pensar, Emma.
Suspiré.
Tras unos minutos con los ojos cerrados en los que intenté mantener mi mente en blanco, unos golpes en la puerta de mi habitación me obligaron a volver a la realidad. Me quejé por lo bajo y me coloqué una almohada sobre la cara, deseando que quien sea que fuera me dejara sola. Mis amigos habían insistido en hacerme compañía para subirme el ánimo y se los agradecía infinitamente, pero en momentos así prefería tener mi espacio.
—¡No estoy! —Grité.
Entonces oí cómo la puerta fue abierta y la persona del otro lado pasó ignorándome por completo. Molesta, me descubrí el rostro rápidamente para ver al responsable.
Sin embargo, el enfado pareció desvanecerse en cuanto vi de quién se trataba.
—¿No estás? —Preguntó— ¿Quieres que me vaya?
ESTÁS LEYENDO
The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...