«Los libros pueden unir más que corazones».
Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
SEBASTIÁN
—Ya basta, Melanie.
Frente a mí, la chica suspiró con falso cansancio una vez más y luego sonrió de lado, una sonrisa llena de satisfacción e inocencia fingida que solo provocó que mi molestia aumentara. Acto seguido, se llevó una mano al cabello para echar su melena oscura hacia atrás y comenzó a acercarse a mí. Mis cejas se fruncieron cuando la vi, haciéndome retroceder al notar cómo el espacio entre nosotros se hacía cada vez más reducido.
Un mes... más de un jodido mes insistiéndole con lo mismo y todavía no obtenía una respuesta de su parte. Aunque no quisiera aceptarlo y hubiese tratado de encontrar otras maneras, ella era la única que sabía lo que realmente había sucedido esa noche. Solo podía recordar haberme encontrado con Melanie junto a la barra de bebidas luego de separarme de James y platicar con ella durante unos minutos, viendo desde lo lejos cómo los demás bailaban. Después, despertar en una habitación que no conocía sin mi camiseta puesta y con mis amigos con una cara de preocupación junto a mí.
Nada más... y me sentía un idiota por eso.
—¡Vamos, Sebas! Déjalo ya, ¿sí? —su mano se posicionó sobre mi pecho y empezó a deslizarla— Podemos divertirnos como esa noche.
Tomé de su muñeca, deteniéndola.
—No —dije. Ella me miró confundida—. Esa noche no ocurrió una mierda entre nosotros.
La chica volvió a sonreír.
—Me gusta esta faceta tuya, te ves jodidamente sexy cuando te enojas —observó mi mano con fascinación, la que sostenía con fuerza de su muñeca—. No me molesta que me tengas así, es más, creo que...
La solté al instante.
Me pasé las manos por el rostro, haciendo mi mayor esfuerzo por conservar la poca paciencia que me quedaba. Nos encontrábamos en un sector abandonado del instituto, y, aunque estuviéramos en nuestra hora de receso, no había ningún alma merodeando por el lugar. Decir que estaba enojado no era suficiente para describir todo lo que sentía en este momento, porque era una extraña combinación de varias emociones que me habían estado consumiendo este último mes y no sabía cuánto más podría soportar.
Mi mente solo había estado pensando en una persona y en todo el daño que le había causado.
Emma.
La había visto un par de veces desde aquel viernes, y mierda, cómo dolía. Me odiaba por haberla hecho sufrir, me odiaba por haber sido el causante de sus lágrimas y por no haber podido ser capaz de cumplir mi promesa con ella. La entendía, entendía que no quisiera verme ni hablar conmigo, entendía si estaba decepcionada de mí... entendía si quería terminar con esto de una vez por todas, pero antes necesitaba contarle la verdad, de lo contrario, no me quedaría tranquilo nunca.