- ¿No me ofreces nada?
- No. - contesté duramente a la vez que me sentaba en mi sillón.
Elliot examinó mi casa antes de silbar con admiración.
- Vaya, vives en un palacio, "Rockefeller".
Yo vivía en un adosado moderno situado en uno de los barrios caros de Edimburgo. Lo había decorado yo mismo y casi todos los muebles eran de estilo minimalista y de colores neutros, blancos y negros.
Elliot parecía estar fascinado con el acuario de peces disco, pero yo solo podía pensar en que me estaba poniendo asquerosa la alfombra blanca con sus tenis embarrados.
- Elliot, ¿qué quieres? - pregunté desesperado.
- Dinero. - soltó - Alice está embarazada y nos van a desahuciar. Sólo te pido lo suficiente para pagar un alquiler hasta que encuentre un trabajo. Y por lo visto te sobra... - dijo volviendo a repasar cada mueble de mi salón.
- No. - dije.
- ¡Te lo devolveré, Marcel!
- Sí, siempre dices lo mismo: "te lo devolveré, Marcel", "confía en mí, Marcel", "sí, Marcel, no me lo gastaré en drogas". - lo imité.
- Las he dejado. - dijo.
Lo miré de arriba abajo: estaba claro que no las había dejado.
- Tienes un morro que te lo pisas, Elliot. - reí por no gritar.
- Marcel, esta vez es de verdad.
- ¡Oh, sí, se me olvidaba esa! "Esta vez es de verdad". - dije con ironía - ¿Por qué vuelves ahora, Elliot?
- Ya te lo he dicho, Alice está...
- La verdad. - exigí.
Elliot sonrió amargamente.
- A tí no te puedo engañar, me conoces demasiado bien. Fue Alice la que insistió en que viniera a rogarte ayuda. Créeme, yo no me hubiera humillado así si no fuera por ella.
- Ya me parecía.
- La quiero, Marcel.
- Sí, seguro.
- Lo digo en serio.
Elliot se sentó en el sofá.
- Puedes venir aquí con ella. - ofrecí.
- Ese no era el trato, Marcel. - rio Elliot, nervioso.
- No pienso darte dinero, hacerlo sería como tirarlo a la basura: en dos días te lo habrás gastado en porquerías. - me miró con odio - Si la quieres, puedes venir con ella a vivir a mi casa, donde podré vigilarte y harás lo que te diga. Entiéndelo, darte dinero sería una mala inversión.
- ¡No hables de mí como si fuera uno de tus negocios!
- Es mi ultimátum.
- ¡Soy tu hermano mayor!
- Y yo tu hermano pequeño, ¿qué cosas, eh? - bromeé.
- ¡Marcel!
- Ya estoy haciendo demasiado por tí, Elliot. No te mereces ni que te haya abierto esa puerta. - ladré.
Él bufó.
- Gilipollas.
Y se marchó dando un portazo.
***
- ¿Dices que es hoy cuando viene tu hermano? - preguntó Prim.
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Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...