Capítulo 2

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- ¿No me ofreces nada?

- No. - contesté duramente a la vez que me sentaba en mi sillón.

Elliot examinó mi casa antes de silbar con admiración.

- Vaya, vives en un palacio, "Rockefeller".

Yo vivía en un adosado moderno situado en uno de los barrios caros de Edimburgo. Lo había decorado yo mismo y casi todos los muebles eran de estilo minimalista y de colores neutros, blancos y negros.

Elliot parecía estar fascinado con el acuario de peces disco, pero yo solo podía pensar en que me estaba poniendo asquerosa la alfombra blanca con sus tenis embarrados.

- Elliot, ¿qué quieres? - pregunté desesperado.

- Dinero. - soltó - Alice está embarazada y nos van a desahuciar. Sólo te pido lo suficiente para pagar un alquiler hasta que encuentre un trabajo. Y por lo visto te sobra... - dijo volviendo a repasar cada mueble de mi salón.

- No. - dije.

- ¡Te lo devolveré, Marcel!

- Sí, siempre dices lo mismo: "te lo devolveré, Marcel", "confía en mí, Marcel", "sí, Marcel, no me lo gastaré en drogas". - lo imité.

- Las he dejado. - dijo.

Lo miré de arriba abajo: estaba claro que no las había dejado.

- Tienes un morro que te lo pisas, Elliot. - reí por no gritar.

- Marcel, esta vez es de verdad.

- ¡Oh, sí, se me olvidaba esa! "Esta vez es de verdad". - dije con ironía - ¿Por qué vuelves ahora, Elliot?

- Ya te lo he dicho, Alice está...

- La verdad. - exigí.

Elliot sonrió amargamente.

- A tí no te puedo engañar, me conoces demasiado bien. Fue Alice la que insistió en que viniera a rogarte ayuda. Créeme, yo no me hubiera humillado así si no fuera por ella.

- Ya me parecía.

- La quiero, Marcel.

- Sí, seguro.

- Lo digo en serio.

Elliot se sentó en el sofá.

- Puedes venir aquí con ella. - ofrecí.

- Ese no era el trato, Marcel. - rio Elliot, nervioso.

- No pienso darte dinero, hacerlo sería como tirarlo a la basura: en dos días te lo habrás gastado en porquerías. - me miró con odio - Si la quieres, puedes venir con ella a vivir a mi casa, donde podré vigilarte y harás lo que te diga. Entiéndelo, darte dinero sería una mala inversión.

- ¡No hables de mí como si fuera uno de tus negocios!

- Es mi ultimátum.

- ¡Soy tu hermano mayor!

- Y yo tu hermano pequeño, ¿qué cosas, eh? - bromeé.

- ¡Marcel!

- Ya estoy haciendo demasiado por tí, Elliot. No te mereces ni que te haya abierto esa puerta. - ladré.

Él bufó.

- Gilipollas.

Y se marchó dando un portazo.

***

- ¿Dices que es hoy cuando viene tu hermano? - preguntó Prim.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora