Capítulo 9

75 16 8
                                    

Cuando bajé las escaleras, me olió a palomitas. Alice estaba en el sofá, viendo Harry Potter.

- ¿Hola? - saludé, sin entender muy bien qué hacía.

- ¡Hola!

- ¿Estás viendo Harry Potter y comiendo palomitas? - me reí.

- Creo que es obvio. - se rio también.

- Pero son las nueve.

- ¿Y?

- De la mañana.

- Soy una embarazada, ¿vale? Tengo mis necesidades.

Me reí.

- ¿Y Elliot?

- Se ha ido a casa de un amigo. - dijo casi con tristeza.

Apenas veía a mi hermano con Alice. ¿De verdad la quería? Prácticamente la ignoraba. Un domingo soleado como aquel, una pareja normal podría haber salido de paseo junta, pero mi hermano no era de dar paseos y generalmente parecía que Alice lo había aceptado, pero cuanto más tiempo pasaba de su embarazo, más le costaba resistir la soledad. Vale, ella tenía amigos (entre los que me había empezado a incluir) pero no era lo mismo.

- ¿De qué casa eres? - volvió a sonreír.

- Siempre me he considerado un slytherin. - dije sentándome en el sofá.

- Draco, ¿malo o bueno?

- Incomprendido.

- Dramione, ¿sí o no?

- No, pero hubiera molado.

- ¿Harry Potter?

- Un niño insufrible.

- ¿Libros o películas?

- Películas.

Ella me miró con cara de espanto y yo me reí.

- ¿Desayunamos? - me preguntó.

Ella me obligaba a comer y llevar un horario muy estricto de comidas. No importaba cuántas veces dijera que no o que tuviera prisa, siempre me acababa convenciendo.

- He engordado medio kilo, ¿no llega?

- ¿Sólo? Tendré que buscarte alimentos más grasos.

Entonces puso una cara rara y me asusté. Después sonrió.

- ¡Mira, mira! - me agarró la mano y me la puso sobre su barriga - ¡¿Lo notas?! - preguntó emocionada.

Yo deseaba que me soltase y me dejase apartar la mano, pero tampoco quería ser un insensible, así que le dije que sí.

Después nos levantamos del sofá y desayunamos (Alice incluida, a pesar de ya haber comido palomitas).

- ¿Qué vas a hacer hoy? - me preguntó.

- Tengo que ir a ver a una amiga.

Ella me lanzó una sonrisa sugerente.

- Sólo es amiga, no me mires así.

Entonces se me ocurrió que ella, para no estar sola y aburrida podría venir conmigo. Le pregunté si le apetecía y asintió. Nos preparamos y cogimos al perro. Ya que íbamos lo sacábamos de paseo.

La verdad es que le había empezado a coger cariño al animal, aunque seguía sin entusiarmarme su tamaño y su aspecto feroz. Sin embargo, me encantaba la imagen que proyectaba en la gente cuando lo sacaba a pasear. Normalmente ya solía fascinarlos, pero ahora, con aquella máquina de matar, aun más.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora