Capítulo 12

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- ¿Qué es eso? - preguntó Alice molesta mientras bajaba las escaleras.

- Bach. - contesté, sin dejar de tocar el violonchelo.

- ¿A las ocho? ¿Un domingo? - se frotaba los ojos, todavía medio dormida.

- Es que mis compañeros de piso discutieron por la noche y no pude volver a dormir. - dije con ironía.

- ¿Lo escuchaste? - se dejó caer pesadamente en el sofá.

Asentí.

- Joder. - se quejó.

- ¡Eh, que está el niño delante! - bromeé con su embarazo.

- Cosas peores ha oído. - se sentó en una silla de la cocina - Te veo de buen humor.

- No lo sabes tú bien.

A las siete había recibido una llamada de Willow. Ella me dijo que tenía buenísimas noticias, que nuestro negocio empezaba a despegar y que me reuniese con ella en la cafetería de otro día.

Después de que Alice me obligase desayunar y de que ella rechazase acompañarme, salí de casa con Joker.

Al llegar al lugar donde habíamos quedado, Axel, Kevin y Willow, ya estaban esperando.

- Hola. - los saludé.

- En cuanto lleguen los demás os contaré. - Willow estaba muy contenta - Es para no repetirme.

Aunque Willow y yo teníamos una sonrisa inamovible, Axel parecía somnoliento, y Kevin parecía querer levantarse y salir corriendo.

- ¿Qué pasa, Axel? - pregunté, divertido con su aspecto.

- No somos amigos, Marcel.

- Bueno, no hace falta que seas tan agradable, no vaya a ser que me sonrías.

Kevin nos miraba, como si nos estuviese juzgando.

A lo lejos vimos como Ernest se acercaba lentamente, dando un paseo.

- ¿Y ese perro? - preguntó Kevin sin poder contenerse.

- De mi hermano. - contesté.

Noté que lo intimidaba, así que lo alejé de su lado.

Cuando Ernest llegó preguntó lo mismo que Kevin, para después sentarse junto a Axel. Yo lo miré desafiante.

Poco después apareció Elisabeth, que venía corriendo porque se había quedado dormida.

- Parece que Prim no tiene intención de aparecer. - dijo Kevin - ¿Empezamos sin ella?

Me incomodó un poco pensar que podría estar en casa de Brent.

- Sí. - dije yo.

- Está bien. - Willow sacó unos papeles de su carpeta - Los beneficios que hemos conseguido en este envío cuadriplican los del envío anterior. - todos sonreímos al escuchar aquello, incluso Ernest - Sí, es una gran noticia. Esto empieza a despegar, y si todo continúa por este ritmo en el próximo envío, el siguiente a este creo que debería estar dirigido a Barcelona. ¿Van tus barcos allí?

- Sí. - contesté.

- Perfecto. Barcelona tiene mucha más vigilancia, no es como los puertos que hemos visitado anteriormente, pero los beneficios también serán mucho mayores. Allí la demanda es altísima: todos se mueren por probar nuestra droga. Y no los barriobajeros que viven bajo un puente. No. Nuestra droga es cosa de ricos, de las clases altas. A partir de hoy subiremos su precio en el mercado y, si después de Barcelona todo va bien, empezaremos a enviarla masivamente. Cuando se empiece a investigar, cogemos y nos borramos del mapa. Para entonces seremos ricos y nos habremos marchado al paraíso fiscal que más rabia nos dé.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora