Capítulo 18

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Llegamos bastante bebidos a casa y empapados por la lluvia. Y con bastante me refiero a que Maverick casi no se tenía en pie y yo llevaba una sonrisa tonta en la cara de la que no era del todo consciente.

- ¡Ya estamos en casa! - grité.

Apoyé a Maverick en el suelo. Estaba mareado y había tenido que cargar con él desde el centro de Dinant hasta la granja.

Unos pasos acelerados descendieron las escaleras.

- ¡¿Quieres bajar la voz?! Arnaud duerme. - me regañó Alice entre susurros.

- ¡Anda! ¿Ahora nos hablamos? - continué en el mismo tono.

- ¡Marcel, por favor!

Ella giró la cabeza y vio a Maverick tirado en el suelo.

- ¡¿Qué le ha pasado?! - preguntó.

- Después de una semana entera sin hablarme, casi había olvidado tu voz. - seguí sin prestar atención a lo que ella me decía - Eres cruel.

- ¿Cruel? ¿Yo? - se rio más que nada por no gritarme.

- Sí, tú. Sabes que odio la soledad y el silencio, que me aterran, y escogiste el castigo más cruel.

- Marcel, no me hagas hablar...

Ella se iba a agachar para comprobar que Maverick siguiese respirando, pero yo la detuve.

- Suéltame. - me ordenó.

Seguí agarrando su brazo con mi mano derecha, mientras que con la izquierda acariciaba su cintura.

- ¿Por qué eres tan perfecta?

- Por Dios, ¿se puede saber cuánto habéis bebido? - puso los ojos en blanco.

- No mucho, te lo prometo.

- Mentir no se te da tan bien como tú crees.

Me empecé a reír como un loco y ella me tapó la boca.

- ¡Arnaud y tus padres están dormidos!

- Soy un mentiroso.

- Pues sí.

Intentó liberarse de nuevo de mi agarre para acercarse a Maverick pero no pudo.

- Podría estar en coma etílico. - protestó ella.

- ¡Soy un mentiroso! - reí - ¡Siempre lo he sido! ¡Ni siquiera soy belga!

En aquel momento alcé las manos al cielo, lo que permitió que ella comprobase que el chico todavía respiraba.

- ¿Maverick? - lo sacudió un poco - ¿Estás bien?

- Cuando llegué al mundo, mis padres estaban de vacaciones en Francia, - yo seguía a mi bola - concretamente en una exposición sobre Marcel Duchamp. ¡Marcel Duchamp!

- ¡¿Pero quieres callarte?! - me gritó, sin darse cuenta de que ella también había elevado la voz.

Maverick poco a poco fue abriendo los ojos: sólo se había quedado dormido.

- ¡Soy francés! ¡Francés!

- ¡Me ha quedado bien claro! - intentó cortarme ella.

Maverick trató de levantarse y ella quiso ayudarle, pero él no le dejó y subió las escaleras por su propio pie, casi a gatas.

- Qué cabrón... Me hizo cargar con él todo el camino y está perfectamente. - gruñí.

Alice me sujetó la cabeza, intentando mirarme a los ojos. Quise besarla, pero ella se apartó.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora