- Intenta llamar a Elliot. - me pidió.
Miré a Alice a los ojos. Estábamos esperando a que la llevasen a una habitación donde pudiera esperar a que llegase el momento del nacimiento de su pequeño.
- Alice, no...
- Tú hazlo.
Una comadrona se le acercó y comenzó a hacerle preguntas. Yo cogí el teléfono para cumplir con los deseos de Alice. Marqué el número a sabiendas de que nadie contestaría. Cada timbrazo se me hacía eterno y doloroso. Estaba llamando a un muerto.
- Nada. - contesté consumido por la llamada.
- Prueba con tus padres, por favor. Quizás ellos puedan ponerse en contacto con él.
Me instó a hacerlo con la mirada. De nuevo cogí el móvil, aunque ahora me temblaban las manos. ¿Qué estaba haciendo? Yo, yo era responsable de su muerte, y era yo el que estaba con su mujer y no él.
- ¿Hola? - dijo mi madre.
- Hola. - contesté, con la voz rota.
Miré de nuevo a Alice. En sus ojos todavía albergaba esperanzas.
- ¿Marcel? ¿Ocurre algo?
Quería llorar, pero me contuve.
- Maman... - las palabras no me salían.
No podía decirlo, no podía ser tan hipócrita. Pero una vez más, me sorprendí del asqueroso ser que era:
- ¿Sí?
- ¿Sabes dónde está Elliot?
- No, no lo sé. ¿Ocurre algo?
Entonces se llevaron a Alice y colgué sin contestar a mi madre. Corrí hasta el baño de aquella planta y al ver que estaba solo dejé que una lágrima aflorase.
Me miré al espejo y me sentí desgraciado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acababa de llamar a mi madre para preguntarle si sabía dónde estaba Elliot? ¿Mi hermano difunto? Sólo un monstruo podía hacer eso, fingir que nada había ocurrido.
Me empapé el rostro y después me lo sequé para volver con Alice. Fui hasta su habitación, pero allí un médico me impidió entrar.
- ¿Es usted el padre? - me preguntó.
- Yo...
- ¡Sí! - contestó Alice, sin darme tiempo a contestar.
El hombre me permitió pasar y nos dejó a solas.
- No quería quedarme sola. - explicó - ¿Sabían algo?
- No. - respondí.
Ella suspiró. Después sonrió.
- Bueno, ha llegado el día. Al fin.
- Saldrá bien.
No se me ocurría mucho más que decir, y en aquel momento no estaba como para pensar. Sentí no poder ser de más colaboración.
Me senté en un sillón que había allí y apoyé mi cabeza en mis manos.
- ¿Qué nombre le vas a poner? - pregunté, intentando distraerme.
- He decidido llamarle Arnaud, como Elliot quería. Por si acaso un día decide dejar todas esas porquerías que le hacen ser así y volver.
Otro golpe bajo para mí. Yo y Willow éramos los únicos que sabíamos que Elliot no volvería, y no podía decírselo. La noche no hacía más que mejorar.
ESTÁS LEYENDO
Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...