Capítulo 25

68 14 7
                                    

- Intenta llamar a Elliot. - me pidió.

Miré a Alice a los ojos. Estábamos esperando a que la llevasen a una habitación donde pudiera esperar a que llegase el momento del nacimiento de su pequeño.

- Alice, no...

- Tú hazlo.

Una comadrona se le acercó y comenzó a hacerle preguntas. Yo cogí el teléfono para cumplir con los deseos de Alice. Marqué el número a sabiendas de que nadie contestaría. Cada timbrazo se me hacía eterno y doloroso. Estaba llamando a un muerto.

- Nada. - contesté consumido por la llamada.

- Prueba con tus padres, por favor. Quizás ellos puedan ponerse en contacto con él.

Me instó a hacerlo con la mirada. De nuevo cogí el móvil, aunque ahora me temblaban las manos. ¿Qué estaba haciendo? Yo, yo era responsable de su muerte, y era yo el que estaba con su mujer y no él.

- ¿Hola? - dijo mi madre.

- Hola. - contesté, con la voz rota.

Miré de nuevo a Alice. En sus ojos todavía albergaba esperanzas.

- ¿Marcel? ¿Ocurre algo?

Quería llorar, pero me contuve.

- Maman... - las palabras no me salían.

No podía decirlo, no podía ser tan hipócrita. Pero una vez más, me sorprendí del asqueroso ser que era:

- ¿Sí?

- ¿Sabes dónde está Elliot?

- No, no lo sé. ¿Ocurre algo?

Entonces se llevaron a Alice y colgué sin contestar a mi madre. Corrí hasta el baño de aquella planta y al ver que estaba solo dejé que una lágrima aflorase.

Me miré al espejo y me sentí desgraciado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acababa de llamar a mi madre para preguntarle si sabía dónde estaba Elliot? ¿Mi hermano difunto? Sólo un monstruo podía hacer eso, fingir que nada había ocurrido.

Me empapé el rostro y después me lo sequé para volver con Alice. Fui hasta su habitación, pero allí un médico me impidió entrar.

- ¿Es usted el padre? - me preguntó.

- Yo...

- ¡Sí! - contestó Alice, sin darme tiempo a contestar.

El hombre me permitió pasar y nos dejó a solas.

- No quería quedarme sola. - explicó - ¿Sabían algo?

- No. - respondí.

Ella suspiró. Después sonrió.

- Bueno, ha llegado el día. Al fin.

- Saldrá bien.

No se me ocurría mucho más que decir, y en aquel momento no estaba como para pensar. Sentí no poder ser de más colaboración.

Me senté en un sillón que había allí y apoyé mi cabeza en mis manos.

- ¿Qué nombre le vas a poner? - pregunté, intentando distraerme.

- He decidido llamarle Arnaud, como Elliot quería. Por si acaso un día decide dejar todas esas porquerías que le hacen ser así y volver.

Otro golpe bajo para mí. Yo y Willow éramos los únicos que sabíamos que Elliot no volvería, y no podía decírselo. La noche no hacía más que mejorar.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora