Capítulo 17

49 10 0
                                    

- Sí, acepto.

Era un día soleado, algo que tanto Alice como yo, habituados al clima belga y escocés, supimos valorar. Por supuesto, nos casamos en el Registro Civil (estaba yo como para entrar en una iglesia...).

Ella estaba hermosa. Llevaba un vestido blanco muy sencillo, que podría haber vestido cualquier día normal, pero que le sentaba de fábula. Se había recogido el pelo y, por insistencia de mi madre, de su cuello colgaba un collar de perlas que había pertenecido a mi abuela.

- Sí, acepto. - dijo mirándome.

- Puedes besar a la novia. - dijo el oficiante, sin muchas ganas.

Es curioso la de cosas que se pueden percibir en un sólo instante. Recuerdo que Arnaud aplaudía, aún sin ser realmente consciente de lo que estaba ocurriendo. Maverick se encontraba muy mal aquel día, y sin embargo, se obligó a sonreír y a tenerse en pie. Mi madre lloraba de la emoción, y mi padre también, sólo que más disimuladamente, aunque eso es algo que nunca reconocerá.

Pero desde luego, lo que mejor se grabó en mi mente, fue nuestro beso. Si todavía tenía alguna duda, en aquel momento se disipó. Alice no era la misma chiquilla que había llegado a mi portal embarazada, asustada y a punto de ser desahuciada, pero yo tampoco era el mismo Marcel de entonces. Ambos habíamos cambiado, habíamos compartido muchos momentos dolorosos, y sin embargo ya no podíamos imaginar un futuro separados. Sí, discutíamos prácticamente todos los días, y sí, éramos muy distintos, pero nos queríamos.

Firmamos y después salimos al exterior, donde nos sacaron una foto. En ella, salgo con la sonrisa más sincera de toda mi vida. Un segundo de verdadera felicidad, sin "peros" que añadir. En la segunda, se nos coló Arnaud, a quien cogí en brazos. Él seguía aplaudiendo y riendo.

Cenamos pato, entre otras muchas cosas. Fue una boda sencilla y pequeña, pero aún así creo que todos quedamos satisfechos con el resultado.

- Enhorabuena, Marcel. - me dijo mi padre a la salida del restaurante.

Era la primera vez que me decía aquello, que me felicitaba por algo. No supe muy bien cómo reaccionar, así que tan sólo sonreí.

Arnaud no se quería separar de Alice. No importaba cuantas veces le explicásemos que no estaríamos mucho tiempo fuera y que necesitábamos pasar un tiempo solos: él seguía abrazado a ella. Al final, mi madre logró despegarlo y el niño se quedó mirando entre lágrimas como nos marchábamos en mi coche nuevo.

- Este niño... - rio Alice, aunque yo sabía que le había afectado dejarlo allí llorando.

- Estaremos de vuelta enseguida. No te preocupes, está en buenas manos. - la tranquilicé.

- Ya lo sé. - sonrió.

Me dio un beso en la mejilla mientras yo conducía. Juraría que era la primera vez que se separaba de él más de un día.

No fuimos muy lejos, pues no quería arriesgarme más de lo que ya lo había hecho a ser detenido. Dar mi nombre para poder hacer posible la boda había sido una temeridad, pero deseaba formalizar nuestra unión. Casarme con Alice oficialmente era una de las cosas que quería hacer antes de morir, y por fin lo había cumplido.

Nuestro destino fue Luxemburgo, una bonita ciudad que apenas visitamos porque estuvimos casi todo el tiempo en el hotel, amándonos a nuestra manera.

- ¿Marcel?

- ¿Um?

Ella me acariciaba el pelo, sonriente. Acabábamos de hacerlo y me estaba tomando un pequeño descanso.

- Te quiero.

- Lo sé.

Mi frase a lo "Han Solo" hizo que se riese. En respuesta a mi tontería, intentó empujarme cariñosamente, aunque yo se lo impedí con otro beso.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora