Capítulo 10

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Yo acababa de llegar a mi despacho. Cómo siempre, era el último en aparecer.

- Siento el retraso. - me disculpé.

Me senté a toda velocidad y abrí mi maletín para sacar el dinero que el día anterior me había dado Willow. Hice seis montones y repartí uno a cada uno, con exactamente la misma cantidad de dinero. Aunque antes de entregárselo a Ernest, lo aparté un momento, dudando si dárselo. Ante la presión de las miradas de los demás, se lo di.

- ¡¿Sólo esto?! - se quejó Kevin.

- ¡No trates de engañarnos! - gritó Axel.

- ¡Sí, sólo esto! ¡¿Os creéis que a mí me hace gracia?! - contesté.

- Seguro que te lo has quedado todo tú... - insinuó Elisabeth.

- Marcel... - Prim se unió a las quejas.

Ernest permanecía en silencio, atento a lo que pasaba.

- Lo siento. Willow me ha prometido que... - intenté animarlos.

- ¿Sabes lo que me cuesta colar la mercancía en los barcos? - preguntó Elisabeth, ahora sin tanta agresividad - ¿Lo difícil que es pasarla del almacén al muelle de carga? Marcel, no podemos seguir así.

- Si en el siguiente envío no obtenemos más, lo dejaremos. - resopló Prim, apenada - Sabes que intento mediar, para algo entiendo de recursos humanos, pero todos tenemos un límite, Marcel, y esto no está dando resultado.

Suspiré.

- Lo comprendo.

Kevin se levantó empujando su silla. Axel lo siguió, y a él, Elisabeth.

- Prim, ¿puedes dejarnos un momento a solas? - dijo su padre.

Prim se fue, muy sorprendida por la petición de Ernest.

Ahora estábamos los dos solos, uno mirando al otro.

- ¿Quién era aquella mujer, belga? - Ernest escupió mi nacionalidad como si fuera un insulto.

- ¿Quién era aquel hombre? - no quise contestar.

- ¡Te juro que como estés engañando a mi hija te voy a...! - me señaló.

- ¿Engañar? - reí - Me parece que Prim no te ha explicado muy bien lo que hay entre nosotros. Además, aquí el que tiene que dar explicaciones eres tú. ¡¿Quién era aquel hombre?! - insistí.

- Un controlador del puerto. ¿Contento? Ha descubierto nuestro pequeño negocio y he tenido que recurrir al chantaje. Sé cosas de él que no le convienen que salgan a la luz...

- ¿¡Y por qué no me lo dijiste!? - golpeé la mesa - ¡Soy el líder, tengo que saber esas cosas! ¡Yo me encargo de eso!

- ¿Quién te ha nombrado líder? - apretó los puños - ¡Nadie! No somos como tus empleados de Peeters S.A. . Aquí somos todos iguales, y si decido que puedo encargarme yo solo de un asunto, no tengo por qué comunicártelo.

- ¡Yo os conseguí el negocio! ¡Yo puse el dinero y los barcos! ¡Es mi inversión! ¡No la vuestra! - grité.

- ¡Soy el que tiene más experiencia, mocoso! He vivido más que tú. Sé cómo funciona el mundo, no me hables de dinero.

- ¡¿Cómo sé que no me has traicionado, eh?! ¿¡Cómo lo sé!?

- Marcel, ¿de verdad me vas a hablar tú a mí de traiciones? - soltó, cargado de sarcasmo - Conozco a la gente como tú, y te aseguro que hay un hueco en el infierno con tu nombre grabado. - se levantó - Hago esto por mi familia, tenlo muy presente. Tú y yo no somos amigos, y en tu lugar, procuraría que no me cabrease. Todos sabemos quién quedaría en peor lugar en una confrontación hipotética...

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora