Capítulo 19

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Tal y como había dicho el chico, mi cara estaba en muchos de los canales de la televisión. Eran las imágenes que habían grabado a mi salida de la comisaría. También aparecía Alice en ellas, a mi lado.

- ¿Puedo irme ya a casa? - me preguntó.

- No.

Lo había obligado a sentarse en el sillón que había en mi salón. Joker lo miraba con curiosidad, pero el chico parecía querer alejarse de él lo máximo posible. Me froté la cara.

- ¿Cómo decías que te llamabas?

- Maverick. - le temblaba la voz - ¿Puedo irme ya?

Me recosté en mi sofá. Charles Mercury... Me sonaba ese nombre, aunque en aquel momento no sabía de qué.

- ¿Puedo...?

- ¡Qué no, joder, no seas pesado! - le grité, cansado.

- ¡Ya te he dicho que lo siento!

Esto último lo dijo mirando el gran parche que tenía en el lateral del abdomen.

- ¿Y dices que ese tal Charles quiere hacerse con nuestra droga?

- Sí. Se paga muy caro en este momento por ella.

- ¡No me digas, mocoso! - dije con ironía.

Alice seguía llorando en el piso de arriba.

- ¿Qué le ocurre? - preguntó Maverick.

- No es asunto tuyo.

Él asintió.

- Vete, pero como me entere de que le has dicho algo a la policía sobre mí, te juro que te encontraré y te meteré una bala entre las cejas. - teniendo en cuenta que no sabía disparar eso era poco probable, pero valdría como amenaza - Y déjame un número de teléfono con el que te pueda llamar, por si acaso en algún momento quiero ponerme en contacto contigo.

Me escribió un número en un papel y se levantó.

- Eh. - llamé su atención.

Probé a marcar el número y su móvil no sonó.

- El de verdad.

- Joder. - murmuró el chaval.

Comprobé que ese fuera el de verdad y le dejé marchar.

- Te tendré vigilado. - le avisé desde la puerta.

La verdad es que tenía cosas mejores que hacer que encargarme de un niñato drogadicto, pero quizás así se pensase sus acciones varias veces antes de llevarlas a cabo.

Subí las escaleras y me apoyé en el marco de la puerta de la habitación de Alice y mi hermano. Ella estaba sentada en la cama, llorando.

- ¿Con quién hablabas? - preguntó.

- Eso es lo de menos. ¿Estás bien?

- ¡¿Tú qué crees?! - me gritó.

Me senté a su lado.

- ¿Por qué habéis discutido?

- Se ha enfadado por vernos juntos en la tele. Está celoso.

- Eso no puede ser cierto. - me reí.

- Dice que pasamos mucho tiempo juntos y que ayer escuchó voces en tu cuarto.

- ¿Y qué? - dije muy seco - Es él el que debería estar más en casa, a tu lado, al lado de su futuro hijo. Es un irresponsable, no le hagas caso.

- ¡Ya lo sé! ¡Pero tú no lo entiendes!

- ¡Claro que lo entiendo!

- ¡Tú no estás enamorado de él! - me gritó - Tú no sabes lo que es odiar y amar a una persona al mismo tiempo. ¿Por qué crees que no lo he dejado? ¿Por qué crees que me fui a vivir con él a pesar de tener que renunciar a mi familia? ¡Porque soy una tonta y lo amo! ¡No importa lo que haga, siempre lo acabo perdonando! ¡Y lo odio, créeme, pero me odio todavía más a mí misma por no ser capaz de mandarlo a freír espárragos!

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora