Cuando me desperté, Alice seguía durmiendo, a mi lado. Me pareció poco menos que un ángel aquella mañana. No importaba que estuviese despeinada, me transmitía paz. Ya sería otra cosa cuando empezásemos a hablar de lo ocurrido el día anterior, pero mientras tanto disfruté de la calma. Le di un beso en la mejilla antes de levantarme.
Me miré al espejo: tenía un aspecto horrible. El golpe estaba todavía más hinchado y tenía un negrón enorme en el costado izquierdo. Si a eso le sumamos mi cicatriz del navajazo de Maverick, la de mi antebrazo y mis ojeras, fruto de no haber dormido nada por las pesadillas, no daba muy buena impresión.
Bajé las escaleras y me encontré a Arnaud dibujando en la mesa del salón.
- Hola. - lo saludé.
Él me miró extrañado.
- ¿Qué dibujas? - pregunté.
Me lo enseñó. Había dibujado un pollito amarillo.
- ¡¿Dónde está mi coche?!
Mi padre acababa de entrar en la habitación.
- Te lo llevé a lavar. Ya sabes, olía a granja.
Me pareció que me iba a contestar, pero se contuvo.
- Cómprate uno, ¿quieres? - dijo enfadado.
Asentí y él volvió a salir. Me quedé sentado un rato viendo dibujar a Arnaud.
- ¿Dónde está Maverick? - me preguntó - Me prometió que me enseñaría a jugar al baloncesto.
- Te puedo enseñar yo. - contesté.
- No.
Me sorprendió su negativa.
- ¿Estás seguro?
Al final terminó cediendo. Salimos afuera y él cogió una pelota que había en el trastero. Era la que usaba Elliot, e incluso conservaba su nombre escrito con permanente negro. Nos pusimos delante de la canasta que mi padre había colgado muchos años atrás para que nosotros jugasemos.
Le enseñé a colocar las manos, a botar la pelota y a encestar. También cité algunas de las pocas normas que recordaba.
- ¿Sabes qué? Tu... - "padre" iba a decir - Mi hermano era muy bueno jugando al baloncesto. Era más alto que yo.
- Tú eres alto. - dijo.
- Pero él lo era más. Él... - dejé de hablar para lanzar la pelota a la canasta - no fallaba nunca. Estábamos en el mismo equipo pero a mí me echaron. Falta de puntería. - y efectivamente, no encesté - Probé como diez deportes distintos hasta encontrar uno que me gustase y se me diese bien.
- ¿Cuál?
- La natación. - recogí la pelota y se la pasé a Arnaud - Fue mi tía quién me apuntó.
Arnaud intentó tirar, pero la canasta estaba demasiado alta para él.
- Tendré que bajarla. - dijo la voz de mi padre a mis espaldas.
Él sonreía. Yo le caía mal, pero adoraba a su nieto.
- ¿Qué haces así? Descalzo y en ropa interior sobre el césped. Si te viera tu madre... Tantos años con el "ponte un abrigo" y sigues igual o peor.
Suspiré. Qué harto estaba.
- Ya me visto ahora. - respondí.
Entré en la casa y Alice me estaba esperando con la televisión puesta.
- ¿Has matado a Kevin?
Directa a la cuestión.
- Sí. - me senté frente a ella - Escucha, te prometo que es la última vez que hago algo así. Se acabó, ¿vale? Ya está.
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Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...