Capítulo 15

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Me desperté casi de un salto. Estaba muy asustado y un sudor frío me recorría la frente.

- ¿Otra vez, Marcel? - preguntó Alice medio dormida (la acababa de despertar).

No contesté. Llevaba tres semanas durmiendo fatal, despertándome constantemente por culpa de las pesadillas. Y el sueño siempre era el mismo: yo mataba a toda mi familia.

- Sé que vas a decir que no, pero... Quizás deberías buscar ayuda profesional. - dijo mientras se acercaba para abrazarme.

- Estoy bien. - la aparté.

- No seas testarudo, a lo mejor te saben ayudar y así yo podré dormir un poco... - volvió a cerrar los ojos.

En mi sueño la mataba mientras dormía. Seguía viendo su sangre empapando el colchón. Me levanté: sabía que no volvería a dormir teniendo aquella imagen en mente.

La puerta de la habitación de Arnaud estaba abierta. Me fijé en que el muy granuja se había llevado a Écho a la cama con él, pese a que le habíamos que no lo hiciera. Estaban tan adorables dormiditos juntos que no pude enfadarme. Me acerqué y cogí con cuidado a la perrita. Ella alzó la cabeza y me miró a los ojos. Después, sacó la lengua contenta.

Arnaud la había escogido en la perrera. Era el pastor alemán más bonito que había visto en toda mi vida. No entendía como un perro así podía estar abandonado, pero no tardé en darme cuenta del motivo: estaba completamente sorda. Aunque eso era casi lo de menos, ya que la cachorrita no podía parar quieta ni un segundo y destrozaba todo lo que veía. Mis padres habían tratado por todos los medios enseñarle órdenes, pero era imposible por culpa de su discapacidad. O lo era hasta que diseñé una especie de "lenguaje de signos" para ella. Funcionaba más o menos, básicamente obedecía si le daba la gana y te estaba mirando, pero algo era algo.

Tras discutir largo y tendido sobre que nombre le debíamos poner (incluyendo la sugerencia en tono bromista de Maverick de llamarle Blondi, lo que hizo que mi padre lo mirase furioso) decidimos llamarla Écossaise. Pero se nos hacía demasiado largo, así que terminamos acortando el nombre y llamándola Écho. Bonito y corto.

La llevé fuera y vi que Maverick estaba durmiendo sobre el césped. Lo sacudí un poco.

- Me ahogaba. - me explicó.

- Sabes que si necesitas que te lleve al médico puedes despertarme, aunque sea de noche.

- Esta vez no era algo físico, Marcel.

Me senté a su lado y dejé que la perrita corretease.

- Cómo te odio.

Lo miré, aunque él seguía teniendo la vista fija en el horizonte.

- Te odio mucho, Marcel, y sin embargo no puedo matarte.

- Yo también me odio, si te sirve de consuelo. Y aunque intenté matarme, aquí sigo. Mala hierba nunca muere, como se suele decir.

Una lágrima resbaló por su mejilla.

- He perdido todo lo que una vez tuve, viví en la calle durante años, completamente sólo y enfermo, y ahora me atrevería a llamarte amigo. Qué ironías tiene la vida. - hizo una pequeña pausa - Ahora mismo soy mucho más feliz de lo que lo he sido todos estos años viviendo a la intemperie. Tengo un techo bajo el que dormir, tres comidas al día, compañía y tratamiento. Y me siento como un gusano, Marcel. Siento... que he cambiado la memoria de mi familia por un plato caliente y una manta con la que calentarme por la noche. Deberías estar muerto, tus sesos deberían haberse esparcido por lo adoquines, pero te perdoné la vida y ahora estoy viviendo a cuerpo de rey. La muerte de mi madre se ha quedado sin venganza, y no me arrepiento. Sin embargo, me siento culpable, un traidor. - me miró a los ojos y después hizo un gesto con la mano - Déjalo, no me hagas caso, no creo que lo entiendas.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora