Capítulo 23

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El plan era sencillo: otra cosa es que fuera capaz de realizarlo. Charles tenía que morir: era una amenaza demasiado grande para nuestros negocios. Ya había ordenado que se deshicieran del cadáver de mi hermano, de eso a matar sólo había un paso.

Yo me había saltado todas las leyes morales una a una, sólo me faltaba matar. A estas alturas poco importaba. Después de robar, estafar, engañar, abandonar, traicionar y un sin fin más de acciones reprochables ¿qué más daba que me cargase a Charles? Si había algo después de la vida, mi alma ya estaba más que condenada.

Abrí la puerta y todos esos pensamientos se desvanecieron. Alice había vuelto a casa y estaba llorando en el sofá.

- ¿Alice?

Intentó hablar, pero sólo le salió un sonido ininteligible.

- Sh, eh, ¿qué pasa? - intenté tranquilizarla, sentándome a su lado.

Joker estaba a sus pies, tumbado y con la cabeza gacha.

- Estaba revisando el calendario en la biblioteca y me di cuenta de que ayer salí de cuentas. - dijo entre saltos de hipo.

- Pero eso es bueno, ¿no? - la abracé y apoyé su cabeza en mi hombro.

- ¿Qué voy a hacer? - se lamentó - No consigo localizar a Elliot. No quiero... no puedo criarlo yo sola.

- ¡Claro que puedes! Y no estás sola. Ya verás, seguro que en cuanto lo tengas entre tus brazos todo el miedo se te pasará.

Ella sonrió con tristeza.

- Qué bueno eres conmigo, Marcel.  ¿Sabes por qué nos peleamos aquel día? Porque le dije: "ojalá fueras como tu hermano".

Escuché sorprendido sus declaraciones.

- Creo que me equivoqué de Peeters. - dijo - Ojalá este fuera tu hijo y no el de Elliot. En realidad, creo que esto ha sido todo un error. Pensé que Elliot me quería, que cambiaría por mí, y sin embargo sigue por ahí, desaparecido, probablemente drogándose bajo un puente.

Aquello me revolvió el estómago. Elliot estaba muerto, pero no se lo podía decir, y en gran medida era culpa mía.

- ¿Marcel? - me llamó, al ver que no contestaba nada.

- Ve a la cama, Alice. Necesitas descansar.

- No creo que pueda dormir.

- Yo tampoco. - dije en voz alta, aunque en realidad lo estaba pensando para mis adentros.

Prim, Elliot, Charles, Alice... Todo se me había juntado y no lo soportaba más. Sentía que mi mundo se volvía a caer a cachos, como había ocurrido hacía tres años. Notaba como me ardía mi cicatriz, como si se estuviera reabriendo, lista para terminar lo que una vez empecé.

La ayudé a levantarse y subimos las escaleras. La senté sobre su cama y ella me agarró por el brazo cuando ya me iba a ir.

- Quédate. - me pidió - Sólo hasta que me duerma.

Ella se tumbó y yo me recosté a su lado. Me quedé mirando al techo blanco, pensando en mis problemas. Llevábamos un rato así cuando me miró y me dijo:

- ¿Estás bien?

- Sí.

Me hacía gracia que fuera ella la que me lo preguntase. La rodeé con mi brazo y apoyé la cabeza en la almohada.

- Duerme. - dije.

La observé en silencio. Tenía los ojos cerrados pero no dormía. Me puse un poco sobre ella, mirando sus labios. Poco a poco me fui acercando hasta que noté su respiración en mi piel.

El primero fue un beso suave, tímido. El segundo fue dulce y un poco más largo. El tercero... intenso se queda corto.

Ella me acarició la espalda mientras nos besábamos y yo me incliné más sobre ella.

- Esto no está bien. - dije entre besos.

- Sí que lo está.

Yo me estaba calentando demasiado y me separé de ella. Me levanté y salí de la habitación a toda prisa.

- ¿A dónde vas?

- ¡Al baño! - contesté desde el pasillo.

***

Llevábamos un rato esperando. Eran las cinco de la mañana y hacía bastante frío. Maverick no paraba quieto.

- Esto no formaba parte del trato. - se quejó por enésima vez - Yo sólo tenía que decirte dónde encontrarlo.

- Cállate. - ordené de nuevo.

- Déjame ir.

El pobre chico estaba muy asustado.

- Anda, vete. Y que no te vea.

Asintió y se marchó a la carrera. ¿Al fin y al cabo de qué me iba a servir? Y si no tenía testigos, mejor. Pero ahora me sentía inseguro, bueno, más de lo que ya estaba.

Matar no iba conmigo. Eso se lo dejaba a gente como a Cillian, pero ahora él ya no estaba. Willow tenía suficientes problemas, así que iba a tener que ocuparme yo. No quería, pero tampoco había otra solución.

Entonces vi a Charles, saliendo del portal que Maverick me había señalado. Un chico rubio se asomó a la ventana y le mandó un beso de despedida por el aire. Charles se sonrojó y siguió por su camino.

Hice fuerza en la mano en la que tenía sujeto el cuchillo con el que iba a cortarle el cuello. Se acercaba a donde yo estaba. Sólo tendría que tirar por él al interior del portal en el que estaba escondido, matarlo sigilosamente y marcharme a toda prisa.

Un paso, otro. Cada vez tenía más dudas sobre si tenía la fortaleza suficiente como para cometer un asesinato. Otro, y otro más. Esto era una locura.

Entonces, cuando ya casi había llegado a mi altura, una figura se abalanzó sobre él y le pegó un tiro en la sien.

El asesino salió de allí corriendo y yo lo imité. Los vecinos se estaban despertando y el chico que le había lanzado un beso desde la ventana bajó a la calle, corrió hacia Charles y lloró sobre él.

No había ningún testigo más que yo, pero aquellos escasos segundos me habían bastado para reconocer al atacante, o más bien, a la atacante: la sobrina de Cillian, la violinista pelirroja.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora