El plan era sencillo: otra cosa es que fuera capaz de realizarlo. Charles tenía que morir: era una amenaza demasiado grande para nuestros negocios. Ya había ordenado que se deshicieran del cadáver de mi hermano, de eso a matar sólo había un paso.
Yo me había saltado todas las leyes morales una a una, sólo me faltaba matar. A estas alturas poco importaba. Después de robar, estafar, engañar, abandonar, traicionar y un sin fin más de acciones reprochables ¿qué más daba que me cargase a Charles? Si había algo después de la vida, mi alma ya estaba más que condenada.
Abrí la puerta y todos esos pensamientos se desvanecieron. Alice había vuelto a casa y estaba llorando en el sofá.
- ¿Alice?
Intentó hablar, pero sólo le salió un sonido ininteligible.
- Sh, eh, ¿qué pasa? - intenté tranquilizarla, sentándome a su lado.
Joker estaba a sus pies, tumbado y con la cabeza gacha.
- Estaba revisando el calendario en la biblioteca y me di cuenta de que ayer salí de cuentas. - dijo entre saltos de hipo.
- Pero eso es bueno, ¿no? - la abracé y apoyé su cabeza en mi hombro.
- ¿Qué voy a hacer? - se lamentó - No consigo localizar a Elliot. No quiero... no puedo criarlo yo sola.
- ¡Claro que puedes! Y no estás sola. Ya verás, seguro que en cuanto lo tengas entre tus brazos todo el miedo se te pasará.
Ella sonrió con tristeza.
- Qué bueno eres conmigo, Marcel. ¿Sabes por qué nos peleamos aquel día? Porque le dije: "ojalá fueras como tu hermano".
Escuché sorprendido sus declaraciones.
- Creo que me equivoqué de Peeters. - dijo - Ojalá este fuera tu hijo y no el de Elliot. En realidad, creo que esto ha sido todo un error. Pensé que Elliot me quería, que cambiaría por mí, y sin embargo sigue por ahí, desaparecido, probablemente drogándose bajo un puente.
Aquello me revolvió el estómago. Elliot estaba muerto, pero no se lo podía decir, y en gran medida era culpa mía.
- ¿Marcel? - me llamó, al ver que no contestaba nada.
- Ve a la cama, Alice. Necesitas descansar.
- No creo que pueda dormir.
- Yo tampoco. - dije en voz alta, aunque en realidad lo estaba pensando para mis adentros.
Prim, Elliot, Charles, Alice... Todo se me había juntado y no lo soportaba más. Sentía que mi mundo se volvía a caer a cachos, como había ocurrido hacía tres años. Notaba como me ardía mi cicatriz, como si se estuviera reabriendo, lista para terminar lo que una vez empecé.
La ayudé a levantarse y subimos las escaleras. La senté sobre su cama y ella me agarró por el brazo cuando ya me iba a ir.
- Quédate. - me pidió - Sólo hasta que me duerma.
Ella se tumbó y yo me recosté a su lado. Me quedé mirando al techo blanco, pensando en mis problemas. Llevábamos un rato así cuando me miró y me dijo:
- ¿Estás bien?
- Sí.
Me hacía gracia que fuera ella la que me lo preguntase. La rodeé con mi brazo y apoyé la cabeza en la almohada.
- Duerme. - dije.
La observé en silencio. Tenía los ojos cerrados pero no dormía. Me puse un poco sobre ella, mirando sus labios. Poco a poco me fui acercando hasta que noté su respiración en mi piel.
El primero fue un beso suave, tímido. El segundo fue dulce y un poco más largo. El tercero... intenso se queda corto.
Ella me acarició la espalda mientras nos besábamos y yo me incliné más sobre ella.
- Esto no está bien. - dije entre besos.
- Sí que lo está.
Yo me estaba calentando demasiado y me separé de ella. Me levanté y salí de la habitación a toda prisa.
- ¿A dónde vas?
- ¡Al baño! - contesté desde el pasillo.
***
Llevábamos un rato esperando. Eran las cinco de la mañana y hacía bastante frío. Maverick no paraba quieto.
- Esto no formaba parte del trato. - se quejó por enésima vez - Yo sólo tenía que decirte dónde encontrarlo.
- Cállate. - ordené de nuevo.
- Déjame ir.
El pobre chico estaba muy asustado.
- Anda, vete. Y que no te vea.
Asintió y se marchó a la carrera. ¿Al fin y al cabo de qué me iba a servir? Y si no tenía testigos, mejor. Pero ahora me sentía inseguro, bueno, más de lo que ya estaba.
Matar no iba conmigo. Eso se lo dejaba a gente como a Cillian, pero ahora él ya no estaba. Willow tenía suficientes problemas, así que iba a tener que ocuparme yo. No quería, pero tampoco había otra solución.
Entonces vi a Charles, saliendo del portal que Maverick me había señalado. Un chico rubio se asomó a la ventana y le mandó un beso de despedida por el aire. Charles se sonrojó y siguió por su camino.
Hice fuerza en la mano en la que tenía sujeto el cuchillo con el que iba a cortarle el cuello. Se acercaba a donde yo estaba. Sólo tendría que tirar por él al interior del portal en el que estaba escondido, matarlo sigilosamente y marcharme a toda prisa.
Un paso, otro. Cada vez tenía más dudas sobre si tenía la fortaleza suficiente como para cometer un asesinato. Otro, y otro más. Esto era una locura.
Entonces, cuando ya casi había llegado a mi altura, una figura se abalanzó sobre él y le pegó un tiro en la sien.
El asesino salió de allí corriendo y yo lo imité. Los vecinos se estaban despertando y el chico que le había lanzado un beso desde la ventana bajó a la calle, corrió hacia Charles y lloró sobre él.
No había ningún testigo más que yo, pero aquellos escasos segundos me habían bastado para reconocer al atacante, o más bien, a la atacante: la sobrina de Cillian, la violinista pelirroja.
ESTÁS LEYENDO
Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...