Capítulo 2

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- ¿Los ves? Son aquellos de allí. - le dijo Alice cariñosamente.

Arnaud asintió y se escondió detrás de ella. Mi madre, al vernos, nos saludó contentísima.

- ¡Por fin habéis llegado! ¿Te acuerdas de mí? - le preguntó a Arnaud - Eras tan pequeño... ¡Soy la abuela! - sonrió encantada - Y este es el abuelo.

Mi padre intentó sonreír para su nieto, pero después volvió a mirarme fijamente y muy serio. Sabía que quería hablar conmigo.

- Hola. - saludó Arnaud, tímidamente.

- ¿Podemos dejar la bienvenida para luego? - les metí prisa.

Un aeropuerto no era el lugar más seguro del mundo para mí.

- Sí, sí, claro. - dijo mi madre.

Yo llevaba puesto un sombrero y unas gafas de sol y no era un disfraz muy bueno, pero me servía para ocultar mi cara sin llamar excesivamente la atención.

Tenían el coche aparcado fuera. Subimos nuestras maletas y el enorme transportín de Joker, que seguramente había vomitado en algún momento del vuelo porque olía fatal.

- No sabíamos que traíais al perro. Tu padre hubiera traído la furgoneta. - dijo mi madre.

- No te preocupes, Marie, no estamos tan apretados. - dijo Alice en su imperfecto francés.

Arnaud parecía asustado. Era un gran cambio para él. Bueno, para él y para Alice, que tampoco había estado nunca en Bélgica.

- ¿Sabes qué, Arnaud? Los abuelos viven en una granja con muchos animalitos. - dijo intentando tranquilizarlo.

El niño sonrió. En Barbados había visto toda clase de animales exóticos, pero estaba casi seguro de que nunca había visto una vaca.

Después de un rato en el coche me quité el sombrero y las gafas, me revolví el pelo y bebí una botella de agua de un tirón. Había pasado mucha ansiedad en el trayecto y estaba sudando como un cerdo.

- ¡Hombre, por fin le veo la cara a mi hijo! - se rio mi madre.

Mi padre estaba muy serio al volante.

- ¡Qué moreno! - exclamó - Y has engordado. Estás mucho mejor así, en tu peso.

- Sigue algo por debajo de lo que debería, pero poco a poco. - dijo Alice - Algún día lograré que llegue.

- Qué guapo... ¡Hacía tanto que no te veía!

Dejé de escuchar la conversación entre mi madre y Alice: no estaba de humor. Además, sabía que al llegar a la granja me tocaría mantener una incómoda conversación con mi padre.

Tras una hora de trayecto llegamos. La granja estaba tal y como la recordaba. Lo único nuevo era que habían restaurado un poco la casa, que era muy grande y tenía unas vistas hermosas desde las ventanas. Las cuadras eran independientes de la casa y a aquellas horas los animales ya dormían, lo que decepcionó a Arnaud.

Soltamos a Joker y bajamos las maletas del coche. El perro estaba cansando, pero parecía maravillado de tener tanto espacio.

- Sigue sin gustarme. - gruñó mi padre.

- Uno se acostumbra. - contesté.

Entramos y, aunque el exterior no había sido reformado en gran medida, el interior estaba completamente distinto. Los muebles eran nuevos y habían arreglado la chimenea.

- Caray... - dije yo.

- Tranquilo, tu habitación sigue igual. - sonrió mi madre - Aunque he pensado que, ya que es más pequeña, puedes dejarle esa a Arnaud y tú y Alice compartir la de Elliot.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora