Tras la reunión se marcharon a casa, y yo llamé a mi amiga Willow, la que dirigía la farmacéutica clandestina.
- Han aceptado. - fue lo primero que dije.
- Perfecto, la semana que viene empezaremos. Ten todo preparado. - ordenó.
Yo asentí, a sabiendas de que ella no me podía ver, y colgué. Justo después, un empleado entró en mi despacho requiriendo mis servicios, y a ese le siguió otro y otro y otro y así todo el día.
Al terminar estaba agotado: había sido de todo menos un día agradable. Pero conseguí hacer acopio de las fuerzas suficientes para parar en una tienda de animales antes de llegar a casa. Sabía que el Rottweiler seguiría allí, mi hermano era así y nunca me escuchaba, así que le compré un bozal, una correa metálica, un collar normal y un collar estrangulador. Por lo menos ahora me sentiría un poco más seguro.
Al entrar por la puerta dejé la bolsa en el suelo y me tiré sobre el sofá sin ningún cuidado. Fuera, ya se había hecho de noche.
- Hola. - me dijo mi hermano, muy sorprendido.
Lo había pillado a punto de esnifar "azúcar" (como me decía cuando era un niño) y no supo cómo reaccionar.
- En mi casa no. - le dije a Elliot.
- Alice está dormida.
- Pero yo estoy despierto.
Tenía los ojos cerrados, agotado por el esfuerzo del día. Mi hermano, en cambio, parecía que no había hecho nada en toda la jornada más que dar un paseíto.
- Alice tuvo que coger un taxi. - protestó.
- Yo llegué tarde a la reunión. - contesté.
Él no me hizo caso y esnifó la droga. En la encimera todavía quedaban restos.
- ¿Qué hay en la bolsa? - preguntó.
- Cosas de perros. También hay champú. Ya puedes lavarlo, que da asco verlo.
- Joker está bien, no le hace falta que lo bañe. - se rio.
El perro, que hasta entonces dormitaba en la alfombra, levantó la cabeza al escuchar su nombre.
- Me voy con mi mujer. - dijo él.
Elliot subió las escaleras y yo abrí los ojos para mirar al perro. Me levanté y le cambié aquella cuerda asquerosa que llevaba por collar por el que le había comprado, uno metálico y elegante. El perro no hizo nada, es más, parecía contento de que alguien le prestara atención. Lo miré a los ojos. Parecía que me iba a tocar bañarlo a mí.
Pensé en meterlo en la bañera, pero la idea me pareció repugnante, así que lo llevé al pequeño jardín de atrás y lo bañé con la manguera. El agua estaba helada, pero el perro ni se inmutó.
Lo sequé con una toalla de playa y él sacó la lengua contento.
- Ala, ahora eres tolerable. - le dije.
Entré en casa con la intención de encerrarlo en el jardín, pero me miró con carita de pena y le dejé entrar. Total, la alfombra blanca ya estaba hecha un asco.
***
Me desperté en el sofá, por el sonido de cazuelas en la cocina. Me senté y miré asustado mi reloj.
- Tranquilo, es domingo. - dijo Alice desde la cocina - Deberías relajarte, no es bueno ir con prisas a todas partes.
Me froté los ojos. De todas formas hubiera deseado haberme despertado antes.
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Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...