Capítulo 16

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Bajé las escaleras muy lentamente.

- ¡¿Pero qué haces?! - me regañó Alice.

- Tengo... que ir... a comisaría. - el esfuerzo de cada peldaño me obligaba a dejar de hablar.

- ¿¡Pero estás loco!?

Ella vino a agarrarme y me ayudó a bajar. Tuve que sentarme en el sofá a descansar.

- Eres un bruto. ¡¿Pero cómo vas a ir en este estado?!

Elliot había tenido que contarle a Alice lo que sabía, y ahora ella estaba neurótica perdida y apenas me dejaba moverme de la cama. Le agradecía sus cuidados, pero me gustaba tener libertad.

- ¿Quieres apagar eso?

Ella estaba escuchando la radio, y estaban poniendo "No son of mine", de Genesis.

- ¿El qué? ¿La música?

- Sí, odio esa canción. Es como escuchar mi vida. - me quejé.

Ella fue a apagarla y aproveché su distracción para intentar ponerme en pie y salir de casa, pero apenas había caminado tres pasos cuando se volvió a girar.

- ¡Marcel! - me regañó.

- ¡Ahrg! ¿Y si en vez de quejarte conduces tú y me llevas hasta allí, eh? - protesté - Voy a ir con o sin tu ayuda.

Ella resopló y se acercó a mí para ayudarme a caminar.

- Está bien. - salimos por la puerta - ¿No crees que se fijarán en que caminas raro?

- Les diré que me caí esta mañana en la bañera. - me reí.

- Tienes una respuesta para todo, ¿no?

- Ojalá.

Me senté en el asiento del copiloto y la ayudé a ajustar el asiento. Después nos pusimos en marcha.

- Sé que es un poco raro que te lo pregunte a estas alturas, pero ¿va a ser niño o niña?

- ¿De verdad te estás interesando por alguien que no sea tu persona? - se rio - Niño.

- No sé por qué dices eso. Yo me preocupo por los demás.

- Sí, seguro.

- ¿Habéis pensado algún nombre? - pregunté después de un rato.

- Elliot le quiere llamar Arnaud. Yo, Hunter o Ezra.

- Qué horror. Creo que por una vez estoy de acuerdo con Elliot.

- ¡Bah, francófonos! - se rio.

Nos volvimos a quedar en silencio.

- ¿¡Cómo que soy egocéntrico!? - volví a protestar.

Ella se empezó a reír.

- Ya hemos llegado. - anunció - ¿Te espero aquí?

- No sé cuánto voy a tardar.

Saqué unas gafas del bolsillo de mi chaqueta. Alice me miró raro.

- ¿Qué?

- ¿Eres miope?

- Desde los doce años. El otro día perdí una lentilla. - expliqué.

Sí, en alguna caída la había perdido. No sabía si fue cuando me golpearon la cabeza, cuando me choqué con el chico de la navaja o cuando me caí por las escaleras. El caso es que me tendría que conformar durante un tiempo.

- Estás... raro.

- Ya lo sé, en cuanto tenga tiempo iré a por otras lentillas.

- No, te quedan bien.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora