Desperté dolorido y todavía mareado. Poco a poco fui abriendo los ojos. Estaba vivo, pese a toda la sangre que había perdido. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sí sabía que fue el dolor lo que me había despertado de nuevo.
Intenté sentarme, y el esfuerzo me obligó a emitir un quejido suave. Descubrí que estaba rodeado de pañuelos tirados sin orden ni sentido, y que a mi lado había un termómetro. No entendía que era todo aquello.
Me estiré para coger mi móvil de la mesilla. Tenía muchas llamadas perdidas de todos mis socios, sobre todo de Prim, pero con quién yo quería hablar era con Willow. Apenas sonaron dos timbrazos cuando contestó a mi llamada:
- ¿Willow? - todavía me costaba hablar.
- ¡Marcel! Empezábamos a preocuparnos por tí. - realmente parecía contenta de escucharme - Ellos querían ir a tu casa a ver si estabas bien, pero yo se lo prohibí. Entiéndelo, era mejor que no nos vieran juntos. ¡Pero menos mal! ¡Que alivio! Me preocupaba que a estas alturas no hubieras salido en la tele.
- ¿Qué...? - noté un pinchazo en el corte que me hizo interrumpirme: el dolor iba en aumento - ¿Qué pasó ayer?
- ¿Ayer? Han pasado tres días, Marcel. - se rio - Por lo menos parece que las cosas se están calmando. Pon la tele, están con el telediario. Seguro que sale ahora.
Busqué el mando de la tele en el cajón de la mesilla y puse el telediario de la BBC. Tras un segundo de la noticia de las inundaciones que estaba sufriendo el sur de Inglaterra, apareció el puerto en la pantalla. Ponía que la policía seguía investigando y que estaban registrando nuestro barco en Barcelona.
- Mierda...
- Marcel, ¿sigues ahí? - preguntó Willow.
- Sí, sí. - aunque no tenía palabras.
- Tranquilo, había dado la orden de que hicieran desaparecer la mercancía. No encontrarán nada a bordo.
- ¿Qué han hecho con ella?
- Bueno, los peces estarán montándose una fiesta ahí abajo con tanto Batman, pero mejor eso que la cárcel, ¿no?
Las imágenes se sucedían, pero aunque reconocí varias caras de los trabajadores de Willow, no me vi en ningún momento en la pantalla.
- ¿No salimos nosotros?
- Marcel, no te imaginas la suerte que hemos tenido. Estábamos en un punto muerto de la cámara que cubría aquel muelle. Ni tú ni yo salimos en las imágenes.
Suspiré y sonreí, no podía creerlo.
- ¿Te vio alguien allí?
- No, sólo me vio mi hermano. - entonces lo recordé - No, espera. Willow, sí que me vio otra persona.
- ¿Quién? ¿Cómo se llama?
- John Smith, ¿no te jode? - puse los ojos en blanco - Willow, no me iba a parar a preguntarle como se llamaba mientras me apuñalaba, ¿no crees?
- ¿Te apuñalaron?
- Sí. Bueno, en realidad fue un corte con una navaja. - volví al asunto que estábamos tratando, porque sinceramente, me importaba bastante más mi inversión que mi salud - ¿Hubo muchas muertes?
- Cinco muertos y un herido entre los nuestros. Tres muertes y dos heridos los suyos.
- Puf...
- Sí, eso digo yo: puf. Escucha, ¿crees que podrías reunirte con nosotros en breve?
- ¿Cómo de breve?
- Hoy.
- No, no creo. Todavía no he intentado volver a caminar y creo que si lo intentase me caería.
- Pues necesitamos hablar contigo y no creo que sea buena idea volver a hablar por teléfono. - pensó un rato - Encontraremos la forma de ponernos en contacto contigo, no te preocupes.
Entonces colgó. La puerta se abrió de repente:
- Hola. - saludó Alice - Escuché la tele y supuse que estarías despierto. ¿Qué tal va esa gripe? ¿Mejor? Elliot insistió en que no me acercase para que no me contagiases, pero sólo será un momento.
Eso explicaba los pañuelos por ahí tirados y el termómetro. Mi hermano no era tan imbécil como parecía: una gripe parecía una buena excusa para mantener a su mujer embarazada alejada de mí.
Ella se acercó a mi cama.
- Tienes un aspecto horrendo... - entonces fijó su vista en mi abdomen - ¡¿Qué es eso?!
Mi herida parecía haberse reabierto de nuevo con el movimiento y la sangre había traspasado la venda y manchado la sábana.
- ¿La regla? - intenté bromear, aunque ella estaba muy seria.
Entonces entró Elliot de golpe en mi habitación.
- ¡Te dije que no entraras aquí! - le gritó.
- ¡¿Qué diablos es eso?! - gritó, señalándome.
- ¡Nada, tú vete!
- ¡Elliot, dime qué rayos está pasando aquí!
- ¡Largo! - ladró mi hermano por última vez.
Ella se marchó, insatisfecha por no haber obtenido respuesta.
- Elliot, dame otro de esos calmantes. - le pedí.
- Sí, claro, calmantes... - se rio.
- Me la suda el tipo de droga que sea, tú tráela, joder.
- Qué agresivo. - se burló mientras sacaba unas pastillas de su bolsillo.
Me tendió una en la mano y me acercó un vaso de agua.
- Tienes que hidratarte. - me dijo antes de sentarse a mi lado - Ha venido la policía preguntando por ti.
Lo miré con preocupación.
- Les dije que estabas enfermo y que volvieran en otro momento.
- ¿Y te creyeron y se marcharon? ¿Así sin más? - no podía dar crédito a lo que oía.
- Joker me ayudó con eso. - sonrió divertido - Te dije que era un buen perro guardián. Eso sí, me dijeron que te avisara de que tenías que ponerte en contacto con ellos en menos de una semana o que volverían.
Incliné la cabeza hacia atrás.
- No sé en que andas metido, Marcel, pero ten cuidado. - sonó casi como una amenaza.
Asentí. Después se marchó y yo me quedé dormido gracias a la pastilla.
***
- Marcel.
Me desperté con las sacudidas de Alice.
- ¿Um? - murmuré, todavía medio dormido.
- Acaban de traer esto para ti.
Ella encendió la luz de mi mesilla.
- ¿Quién?
- No lo sé. No la conocía.
Me dio un sobre.
- ¿Qué hora es? - pregunté mientras lo abría.
-Las doce, aproximadamente.
- ¿Y Elliot?
- Se marchó. Había quedado con unos amigos.
Terminé de abrir el sobre y desplegué el folio de su interior.
<< Sábado. 23.30h. Pub "The Irish Song". Asegúrate de que no te sigan. >>
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Los crímenes de Marcel Peeters
AcciónMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...