Me vestí lo más deprisa y sigilosamente que pude, pero aún así, Alice se despertó.
- ¿A dónde vas? - preguntó, frotándose los ojos.
- Fuera.
- ¿A dónde?
Sabía que lo de la noche anterior la había dejado preocupada y que no me dejaría marchar sin una explicación.
- A la ciudad.
- ¿Tan pronto?
- Quiero preguntar cuánto costaría poner wifi en esta casa, y no me apetece hacer cola. - mentí.
- Está bien. - ronroneó volviendo a cerrar los ojos.
Iba a marcharme directamente, pero decidí tener un detalle y acercarme a darle un beso en la mejilla antes de salir por la puerta.
Bajé las escaleras y me encontré a Arnaud en el salón. Era un niño al que le costaba mucho dormir y además se despertaba en cuanto salía el sol.
- Arnaud...
Me fijé en que estaba sujetando un pequeño marco.
- ¿Soy yo? - me preguntó.
Me acerqué y la cogí. Era una foto de Elliot de pequeño, más o menos de cuando tenía su edad.
- No, no eres tú. Era... - me corregí al recordar que para los demás seguía vivo, aunque Arnaud no supiese de su existencia - Es mi hermano.
Su confusión era comprensible. Mirabas a la foto y después a Arnaud y parecían el mismo niño.
- ¿Dónde está?
- No lo sé. - respondí.
Dejó la foto sobre la mesa de dónde la había cogido.
- ¿Por qué yo no tengo un hermano?
Sonreí.
- ¿Quieres un helado? - le cambié de tema.
- ¡Sí!
- Entonces ven.
Lo subí al coche de mi padre. Habían sacado del trastero una de las viejas sillitas que usaban con nosotros para que Arnaud pudiese viajar también.
Echaba de menos mi coche, pero tendría que conformarme. No sabía que había sido de él. Todavía conservaba sus llaves, a las que por cierto, les puse el llavero de Alice.
Cuando llegamos, me puse las gafas de sol para evitar un poco ser reconocido.
- A mí no me molesta la luz. - dijo Arnaud.
- A mí tampoco.
Caminamos sobre el puente y llegamos a Correos. Saqué el sobre con la carta que había escrito para Axel de mi chaqueta. Después se lo di a Arnaud para que lo echase en el buzón porque le hacía ilusión.
- No le digas esto a tu madre.
- ¿Por qué?
- Porque es nuestro pequeño secreto.
La carta viajaría hasta Rusia. Prim había recordado una cosa durante aquella videollamada: Axel tenía una tía allí.
La mujer era una escritora bastante conocida. Durante una conversación hacía varios años, Prim le había recomendado uno de sus libros a Axel sin conocer la relación de parentesco que tenían. Axel le dio su dirección y la animó a escribirle. Prim nunca se atrevió, pero todavía conservaba su dirección en un papel y Brent me la había enviado por WhatsApp.
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Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...