Conduje hasta el puerto, pero las sirenas me alertaron. Los habían encontrado.
Desde donde estaba tenía una buena perspectiva, y pude ver cómo unos coches policías rodeaban el muelle del carguero marroquí. Unos diez policías entraron a registrar el barco. Podía dar a Jerry y a Elisabeth por atrapados. Coger un barco ya no era una opción.
Me dolía la cabeza, y me temblaban tanto las manos que ya no sabía qué hacer para mantener la calma. Lo primero era marcharme de allí, estaba demasiado cerca.
Pensé. Un barco hubiera sido la mejor opción, pero ahora sería imposible subir a uno con tanta vigilancia. Tenía que salir del país como fuera. Llegué a la conclusión de que lo mejor en aquel momento sería intentar coger un avión.
Monté en el coche, pero uno de los policías del puerto me vio y me señaló. Enseguida tres coches salieron en mi persecución.
Yo tenía un coche mucho más rápido, pero nunca había sido un buen conductor. No tenía habilidad al volante.
Desde atrás me hablaron con un megáfono, diciéndome que me entregase y que saliera del vehículo con las manos en alto.
No hice ningún caso, por lo que ellos empezaron a intentar disparar a mis ruedas. Busqué en la guantera una pistola que me había dado Willow después de que la otra parase la bala de mi hermano. Me costó, pero la logré alcanzar.
En una temeridad, saqué parte de mi cuerpo por la ventana del coche y empecé a disparar a discreción. De casualidad, le acerté en la cabeza a uno de los conductores.
Genial, ahora también era un asesino.
Perdieron el control del vehículo, y se chocó contra un segundo coche, pero el otro todavía me seguía.
Me intentaba alejar lo máximo posible de la zona urbana. Me quedaban seis kilómetros para llegar. Entonces dos coches más de policía aparecieron en frente de mi, bloqueándome el paso. Tuve los reflejos suficientes para salir de la carrera y meterme en el campo, pero al coche que me había perseguido desde el puerto no le dio tiempo a girar y se estampó contra ellos.
¿Qué estaba haciendo? Nada tenía sentido. Seguro que ya me estaban esperando allí.
Aún así, el aeropuerto seguía pareciéndome la mejor opción. Por lo menos, no me salieron más coches al paso, aunque supuse que era porque ya habían adivinado mis intenciones.
Aparqué fuera del recinto del aeropuerto. Iba a entrar en la boca del lobo, tenía que hacerlo bien. Busqué cualquier cosa con la que cambiar mi aspecto, y encontré unas tijeras, un gorro horrible que usaba sólo cuando hacía muchísimo frío y un chaleco reflectante. Deseché el chaleco enseguida pero entonces se me ocurrió que en vez de intentar hacerme pasar por turista, quizás fuera mejor disfrazarme de operario del aeropuerto. Sí, era muy llamativo, pero ellos estarían buscando justamente lo contrario.
Me corté el pelo lo máximo que fui capaz y me puse el chaleco. Era ridículo, pero era lo que había.
Bajé del coche y caminé hasta la entrada. Efectivamente, tal y como esperaba, había policías vigilando. La primera barrera me fue bastante fácil superarla (aunque sentí un pánico terrible) y no me reconocieron. Había logrado entrar, eso era algo.
Necesitaba colarme en cualquier avión que saliera del país. Mi idea era entrar en el edificio y pagar con lo que llevaba encima un asiento y el silencio de los responsables de la aerolínea que estuviesen de guardia, pero el plan se fue al garete al ver todo lo que me esperaba dentro: quince policías armados hasta los dientes. Entre ellos, al fondo, pude reconocer al inspector Craig, que estaba gritando a otro policía (supuse que le protestaba porque yo no daba llegado y pensaba que se había equivocado).
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Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...