- Despierta, es la hora de cenar. - canturreó dulcemente Alice.
Me había quedado dormido sobre el sofá. Tenía frío, a pesar de haberme cambiado la ropa mojada nada más llegar a casa.
Me senté y ella me besó, sin que le importase que estuvieran mis padres y Arnaud delante.
Todos sonreían, incluido Arnaud.
- ¿Qué ocurre? - pregunté.
- ¡¿Cómo que qué ocurre?! - se rio Alice - Uno no salva vidas todos los días.
Suspiré.
- Ven, he hecho gofres. - dijo mi madre.
Mientras íbamos a la mesa, mi padre me dio una palmada en la espalda.
- Muy bien, hijo.
Lo miré extrañado.
Nos sentamos y se pusieron a cenar.
- ¿No comes? Los he hecho para tí. Son tus favoritos. - dijo mi madre.
- No tengo hambre.
- Come. - me ordenó Alice, poniéndome uno en el plato.
- Repito: no tengo hambre.
Arnaud me miraba fijamente. No parecía seguir enfadado o asustado de mí.
- ¿Qué le pasa? - le pregunté a Alice.
- Ahora eres su héroe. - se rio.
El niño enrojeció.
- Estoy orgulloso. - me dijo mi padre - Todo el mundo habla de tí.
- ¡Y tan abnegado! - sonrió mi madre - Ni siquiera permitiste que te dieran las gracias.
- Cualquier otra persona no lo hubiera logrado. - dijo Alice.
Ellos esperaron a que contestase, observándome fijamente, pero mi respuesta no pareció agradarles:
- Debería haber dejado que se ahogase.
Sus sonrisas desaparecieron de golpe.
- ¿Y eso por qué? - preguntó mi padre.
- He llamado demasiado la atención. Han visto mi cara y me han grabado. Y tú les has dicho mi nombre. - contesté mirando a mi madre.
Ella se llevó las manos a la boca al darse cuenta de lo que había hecho.
- No, no debería haberlo salvado.
Bebí un poco de mi vaso.
- Lo siento. - se disculpó ella.
Mi padre la miró.
- ¿Pero tú sabes que ha hecho Marcel? - preguntó refiriéndose a mis negocios con Batman.
- No soy tonta, Claude. Estaba por todas partes. Era inevitable que me enterase, aunque tengo que reconocer que hiciste un gran esfuerzo tratando de ocultármelo.
- ¿Y no estás enfadada?
- No, prefiero ignorarlo.
- ¿Qué pasa? - preguntó Arnaud.
Alice, presagiando que la conversación se iba a endurecer, lo mandó a la cama cariñosamente. Antes de subir las escaleras, el niño se detuvo a sonreírme una vez más.
- ¿¡"Ignorarlo"!? Estas cosas no se pueden "ignorar" cuando se saben. Yo me he vuelto loco dándole vueltas al asunto. - dijo mi padre - Nuestro hijo es un estafador y un narco.
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Los crímenes de Marcel Peeters
AcciónMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...