Capítulo 4

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- Marcel.

- ¿Eh?

Alice se rio.

- ¿Qué me estabas diciendo? - pregunté.

- Te decía que tus padres deberían poner wifi en la casa, que parece que viven en el siglo pasado. ¿Estás bien? Te noto distraído. - sonrió.

- Sí, sí.

El camarero trajo nuestros platos y una botella de champán.

- No, en serio, ¿qué ocurre?

- Nada. - contesté intentando sonar natural.

Ella me observó sonriente.

- Sé que no te entusiasma haber vuelto, pero creo que estamos en la dirección correcta, que no nos hemos equivocado.

Asentí.

- Por primera vez en mucho tiempo veo una luz al final del túnel. - añadió - Creo que nuestra relación se puede salvar.

- ¿Qué tiene de malo? - pregunté, enroscando mis espaguetis en el tenedor.

Me miró sorprendida.

- Hasta hoy llevábamos tres meses sin acostarnos... - sonrió, incrédula.

- ¿De verdad?

- ¡Marcel! ¡No me digas eso! - se rio como una loca - ¿No te diste cuenta?

- Me da miedo decir que no. - me reí.

- Dios mío, debes ser el único hombre del mundo que no echa de menos el sexo. Me ofendes. - bromeó.

Bebí de mi copa.

- Lo siento. - dije.

- ¿El qué?

- No poder ser el hombre que te mereces.

- Marcel, no digas eso.

- Ojalá nunca nos hubieras conocido, ni a Elliot ni a mí. Serías mucho más feliz.

- Escogí vivir mi vida contigo, y pese a todas las cosas malas, no me arrepiento de nada. - sonrió - Puede que no seas el más atento o el más cariñoso, ni siquiera el más abnegado, y muchas veces eres muy borde conmigo, y no nos olvidemos de que eres un graciosillo y un maniático...

- Ya llega, ¿no? - me reí.

- Pero te quiero, y sé que bajo todo ese sarcasmo y egolatría tú también me quieres.

- ¿Te queda algún defecto más en la lista? - bromeé.

- ¿Ves? Me olvidaba de la ironía.

Ella estaba muy guapa. Se había puesto un vestido negro muy elegante que hacía que sus ojos verdes destacasen.

- ¿Recuerdas el día que nos conocimos? - me preguntó.

- Sí.

- Me pareciste un chulo, un presumido. Tu casa, tus trajes, tu fuerte olor a colonia... Y sin embargo supe que nos llevaríamos bien.

Me distraje de nuevo. Ella seguía hablando, pero yo no prestaba atención. No era capaz. Seguía dándole vueltas en mi cabeza a la posibilidad de que fuese un psicópata.

Dudé si seguir adelante con mi proyecto. ¿De verdad estaba dispuesto a jugármelo todo por una de mis obsesiones? Tenía tiempo para pensármelo antes de ponerme en contacto con Axel, no había necesidad de correr.

- Marcel. - me llamó Alice, sacándome de mis pensamientos - ¿Qué hora es?

- Las doce y cuarto. - contesté tras mirar mi reloj.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora