Capítulo 8

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- Recuerda: Hotel Stern, el viernes, a las nueve de la mañana. - dijo Axel antes de que saliera por la puerta.

Asentí y me fui.

Cuando llegué a la calle, Joker me saludó emocionado. Había tenido que esperar mucho.

Parecía querer volver a casa, pero yo necesitaba un trago, así que lo até en la puerta del primer bar que vi.

- ¿Nos conocemos? - me preguntó el hombre de detrás de la barra.

- No.

En realidad sí que nos conocíamos: había sido mi profesor de lengua en el instituto. Era bueno que no me reconociese.

- ¿Qué bebes?

- Me da igual, algo fuerte.

Se encogió de hombros y me puso un chupito que me bebí de un trago.

- No debería haber vuelto nunca... - susurré para mí mismo.

- ¿Decías algo?

- No. - gruñí.

Bebí mucho más. Entre trago y trago fui pensando en todos mis problemas y en el pasado. La cara de Grace, el cuerpo de Prim, las fiestas con Kevin y Jerry en la universidad, las noches en Barbados... ¿Dónde habían quedado? No sabía valorar los pequeños momentos de felicidad, y cuando lo hacía, ya era tarde. En realidad, muchas veces era yo el causante de que la felicidad desapareciese.

Tenía muchas llamadas perdidas de Alice. No hice ni caso: no quería volver a casa por el momento.

Echaba de menos a Prim, demasiado. Su olor, su cuerpo, sus besos... Su sonrisa. Ya no estaban. Tendría que haber sido yo el que le pidiese matrimonio y no Brent. ¿Podía asegurar si quiera que la fuese a volver a ver? Y Alice... Yo no era quién ella merecía. Ni un príncipe estaría a su altura.

Seguí bebiendo hasta que el bar estuvo vacío y sólo quedé yo.

- Marcel.

Una voz me llamó. Levanté la cabeza para mirar y casi me caí del taburete de la impresión.

- ¿Elliot? Tú... Estás muerto...

Mi hermano asintió y se empezó a reír.

- ¿Cuánto he bebido? - miré mi vaso.

- Mucho. - respondió el camarero - Deberías volver a casa.

No le hice ni caso.

- Me parece que demasiado. - me giré de nuevo hacia donde había visto a mi hermano, pero se había esfumado - Sólo una más.

- Quiero cerrar. - dijo el hombre - Hasta tu perro se ha quedado dormido.

- Una más. - rogué.

A regañadientes me la sirvió y se marchó a fregar.

- Sólo eres mi subconsciente. - le dije a Elliot, sin tener que girarme para saber que ya había reaparecido - No me siento culpable por tu muerte. Tú te lo buscaste.

Elliot no respondió.

- Jódete. - le dije - ¡Me cago en tu puta estampa! ¡Joder!

Le tiré la botella a su espectro y entonces el camarero volvió a donde yo estaba.

- Vete. - me dijo - Estás muy borracho.

- ¡No! - le grité.

- Llevas un rato hablando solo y te mueves de una forma extraña. Me parece a mí que sí.

- Estoy perfectamente.

Intenté levantarme y tuve que agarrarme a la barra para no caer.

Salí a la calle caminando en zig zag. Tardé la vida en desatar a Joker.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora