Capítulo 17

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Alice había vuelto a casa. Antes de marcharse y de dejarme en "The Irish Song" me obligó a prometerle que al volver le contaría en lo que estaba metido. Todavía no estaba muy seguro de querer hacerlo.

Me había sentado en una mesa alejada de la tarima donde estaba tocando una violinista. Era pelirroja, guapa y me sonreía de vez en cuando, y quizás, si no hubiera estado esperando a la reunión, hubiera ido a hablar con ella después de su actuación.

- ¿Qué vas a tomar? - me preguntó el camarero.

Ni siquiera lo había visto venir.

- ¿Una Duvel sería mucho pedir?

- Aquí sólo Guinness. - contestó muy borde.

- Tendré que conformarme.

El hombre se marchó, y no parecía muy contento con mi respuesta. Me importaba bien poco: yo sólo quería un pedacito de hogar en ese momento, y ¿qué mejor que una cerveza belga? El irlandés no parecía de acuerdo.

La chica pelirroja me volvió a mirar, y esta vez le dediqué una sonrisa desde mi rinconcito oscuro del pub.

Entonces me fijé en que el camarero que me había ofrecido la Guinness estaba hablando con el hombre que atendía la barra y señalándome. El hombre asintió, cogió mi bebida y fue él el que me la trajo.

- ¿Eres Marcel Peteers? - preguntó con un fortísimo acento irlandés.

- Sí. - dije sin saber muy bien que esperar.

- Acompáñame, te están esperando abajo.

Cogí la Guinness y bebí un trago mientras seguía al hombre. Él era alto y bastante gordo. Su pelo estaba poblado de canas y tenía un ojo ligeramente bizco. Me guió hasta unas escaleras y allí bajamos.

- ¿Cómo sabía quién era? - pregunté.

- Me dijeron que buscase a alguien estirado, trajeado y con un ligero acento francés. Tu "Duvel", o ese pis de vaca que bebéis los belgas, hizo que te delatases tu solo. - se rio.

Sonreí.

- Toca bien, ¿eh? - dijo el hombre tarareando la melodía del violín, que todavía se escuchaba.

- Sí.

- Es mi sobrina, un encanto.

Abrió una puerta y vi a Willow, Prim, Axel, Kevin y Ernest sentados alrededor de una mesa. Elisabeth estaba de luna de miel en Atenas con Jerry.

- ¡Marcel!

Prim vino corriendo a darme un abrazo y se colgó de mi cuello. Yo solté un quejido por el dolor de mi herida.

- Estaba muy preocupada. - dijo sujetando mi cabeza entre sus manos.

Ernest carraspeó, incómodo, lo que me hizo preguntarme si Prim le habría dicho lo de Brent.

- ¿Os importa que me siente? - pregunté - Estoy agotado.

En realidad, era que se me estaba pasando el efecto de las pastillas que Elliot me dejaba y el dolor se estaba volviendo insoportable de nuevo.

Prim me sentó a su lado.

- Marcel, te presento a Cillian Cheyne.

- Me esperaba un "O' no se qué". - me reí.

- Me avisaron de tu sentido del humor. - contestó Cillian, divertido.

Willow me miró mal.

- Él es el mandamás de los que cargan tus barcos.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora