Capítulo 7

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Aquel abrigo que llevaba puesto me daba demasiado calor, pero me servía para ocultar la pistola que, desde hacía tres días, llevaba siempre conmigo cada vez que salía de la granja. Era consciente de que en caso de que me encontrasen, no me serviría de nada, pues al fin y al cabo no iba a cargarme a medio Dinant, pero me hacía sentir más seguro.

No dejaba de acariciarla. Era tan tentadora... Willow tenía buen gusto. Había sido ella la que me la había dado después de que mi primera pistola quedase inutilizada tras el disparo de mi hermano. En realidad, sería la segunda, si tenía en cuenta la que me había dado en el puerto. Tampoco importaba mucho: seguía teniendo una pésima puntería.

Su tacto era curioso: fría y dura como la muerte. Era un arma ligera, perfecta para un tirador tan pésimo como yo.

Joker estaba muy contento, incluso con el bozal puesto. Aún así, parecían pesarle los años.

- Buen perro. - le dije.

Pero en vez de mirarme como solía hacer cuando le hablaba, se detuvo en seco y se giró hacia atrás. Justo iba a hacer yo lo mismo para ver qué había cuando una mano se posó sobre mi hombro. Instintivamente le di un codazo en la boca del estómago a la persona que tenía detrás, que retrocedió un paso entre quejidos de dolor.

- ¿Jerry? - no podía creer a quién estaba viendo.

- Qué agresividad... - se frotaba la tripa - ¿Has estado haciendo pesas estos años? Joder... Ni en la cárcel.

Sonreí sin poder evitarlo.

- ¿Qué haces aquí?

Él recuperó poco a poco la compostura.

- Ven, Axel te está esperando en aquel banco.

No podía creerlo, y Jerry debió adivinarlo.

- Tú ven.

Empezamos a andar mientras yo trataba de entender lo que estaba ocurriendo.

- Quiero una explicación. - dije.

- La tendrás.

Llegamos hasta el banco donde estaba Axel sentado. Llevaba sombrero, gafas y fingía leer un periódico.

- Hola. - saludé.

Él asintió.

- Por fin te encontramos. Llevábamos dando vueltas por este lugar dos días.

- ¿Qué hacéis aquí? - pregunté.

- Tenemos planes. - contestó simplemente.

Después se levantó.

- No es un tema que se pueda tratar aquí, delante de todos. - añadió - Tenemos una habitación en un pequeño hotel de aquí al lado. ¿Nos acompañas?

Asentí.

Dobló su periódico y se colocó su sombrero. Yo no era el único que tenía que ocultar su identidad.

Llegamos y subimos hasta su habitación. Era pequeña y tenía dos camas separadas. Sabía que la que estaba cubierta de ropa era la de Jerry: hacía lo mismo cuando estábamos en la universidad.

Axel abrió una botella y llenó tres vasos.

- Te invitaría a tomar asiento, pero ya ves lo que hay. Si no, siéntate ahí. - señaló su cama - Esto va para rato.

Obedecí.

- ¿Cómo me habéis encontrado? - pregunté.

- "Héroe belga salva a un niño de Düren de morir ahogado". - Axel imitó la voz de un presentador de informativos - Dinant, gran nadador, comportamiento extraño... Tenías que ser tú. Además, tu cicatriz me lo confirmó. - sonrió burlón.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora