Abrí los ojos de buen humor. Hacía mucho tiempo desde la última vez que me había despertado sonriendo. Estaba abrazando a Alice, que dormía plácidamente apoyada en mi hombro. Le acaricié la piel del cuello como si se fuera a romper. Ella sonrió: la había despertado.
- Buongiorno principessa. - cité "La vida es bella".
Permaneció con los ojos cerrados. Aparté el tirante de su pijama a un lado, haciendo que ella sonriese enseñándome sus dientes. La besé.
- Solo tienes que pedirlo. - me susurró, juguetona.
- Abre los ojos.
Ella lo hizo y su tono verde me deslumbró.
- Me enloqueces. - me incliné sobre ella y le acaricié el muslo.
- Qué romántico eres cuando te lo propones, Marcel. - dijo antes de ponerse sobre mí.
***
- ¿A dónde vas?
Alice me había encontrado ensillando al caballo negro de mis padres. Acabábamos de desayunar y ella todavía tenía el pelo mojado por la ducha.
- A montar en coche.
- Eres un graciosillo.
- Pero te has reído.
Ella sonrió.
- ¿Pero tú sabes montar?
- Claro que sí. - respondí indignado por su sorpresa - Ven, te lo demostraré.
Monté y le tendí la mano.
- No sé, yo...
- ¡No tengas miedo, será divertido!
Finalmente accedió y la ayudé a montar.
- ¡No me sueltes!
- No lo haré.
El caballo movió la cabeza y ella se asustó.
- ¿Y el casco?
- ¿Qué casco? - me burlé.
Hice que el caballo saliese del establo y galopase.
- ¡Más despacio, Marcel! - gritó Alice - ¡Por favor!
- ¡Está bien!
Hice que el caballo fuese al trote y finalmente, tras su insistencia, al paso.
Nos habíamos alejado bastante de la casa. La finca era amplia y había espacio de sobras para cabalgar.
- Bájame, por favor, tengo el estómago revuelto.
Me reí.
La ayudé a bajar y acerqué al caballo a un arroyo para que bebiese y descansase. Nosotros nos sentamos bajo un árbol.
- Yo me vuelvo a pie. Sí, a pie, y no te rías. Eres un bruto cabalgando.
Me dio un empujón suave en el hombro.
- Iré con más cuidado la próxima vez.
- No habrá próxima vez. - se rio - Me ha llegado la experiencia.
Hacía algo de frío, pero ninguno de los dos se quejó. Era una mañana preciosa. La miré con dulzura. Pensé que sería un buen momento para pedirle que se casase conmigo pero no llevaba el anillo encima y tampoco estaba seguro que, después de todo lo del día anterior, la herida hubiese cerrado lo suficiente como para pedírselo. Aunque por otro lado, ella me había prometido que si se lo pidiese, me diría que sí.
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Los crímenes de Marcel Peeters
ActionMarcel Peeters es una persona manipuladora, inteligente, pero sobre todo ambiciosa. Prueba de ello es su reciente interés en acceder al mundo del tráfico de drogas. Para ello deberá recuperar a su grupo de socios que, tras una estafa fallida en el p...