Capítulo 24

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- Por hoy está bien.

Brent me dio una palmada en la espalda al salir del agua. No me gustaba, pero tampoco le dije nada.

Fui al vestuario y, al ser viernes y estar anocheciendo, había bastante gente vistiéndose para volver a casa. La mayor parte de ellos eran ancianos, pero también había treintañeros y cuarentañeros que iban a liberar el estrés del día a día. Aquello era lo que menos me gustaba de la natación sin duda alguna: la sensación de estar siendo observado por todos mientras me cambiaba.

Salí y Brent me estaba esperando fuera con Prim. Era la primera vez que nos veíamos desde nuestra discusión y sentí un retortijón en el estómago.

- No llevas traje. - estaba sorprendida.

- No.

- Esperadme aquí un momento. - pidió Brent - Tengo que avisar de que me marcho.

Supuse que Prim no le había dicho nada de nuestra discusión a Brent.

- Marcel...

- Le di a Ernest tu parte del dinero de este último envío. - intenté cambiar de tema - Él te la entregará a tí.

- Lo siento.

Hasta entonces yo había mantenido la cabeza gacha, pero la miré a los ojos.

Había estado enamorado de aquellos ojos bastante tiempo, y todavía notaba cosquillas en el estómago cuando los miraba. Seguía sintiendo aquellas ganas de besarle los labios. Pero ella no había querido tener una relación seria conmigo, y ahora además tenía a Brent. Había tenido que aprender a conformarme con que no fuera mía, pero tampoco le iba a permitir que jugase conmigo y mis sentimientos y menos estando su novio de por medio.

- Olvídalo, está perdonado. - dije.

- ¿Amigos de nuevo? - me ofreció sus brazos.

- Ya sabes que sí. - sonreí y me dejé abrazar.

Miré el reloj.

- Despídete de Brent de mi parte. He quedado con Willow ahora y tengo que marcharme.

Ella asintió.

Me marché y conduje hasta el pub de Cillian. Habían colgado un lazo negro en la puerta, pero dentro había el mismo ruido de siempre. Willow todavía no había llegado, así que me senté en la barra a tomar una Guinness.

Me caía de sueño: Alice no dejaba de roncar. Pero un violín me sacó de mi somnolencia. Me giré y allí estaba la sobrina de Cillian, tocando. Cuando terminó, aplaudí y sonreí. Esperaba que ella se acercase a hablar conmigo, y así lo hizo.

- Hola. - saludó - Me llamo Shannon.

- Yo Marcel.

Su sonrisa desapareció.

- ¿Marcel Peeters?

- Pareces decepcionada. - reí.

- No te lo voy a negar. - se sentó a mi lado - Pensé que venías a escucharme tocar y que te gustaba: ahora sólo eres el chico que traficaba con mi tío. Me parecías mono, ¿sabes? - se rio.

- Una cosa no quita la otra. - sonreí - Tenía ganas de hablar contigo.

- Siempre me monto fantasías en la cabeza y luego me llevo un chasco.

- Espero que las disfrutases. - bebí.

- No estuvieron mal. Eras un tío simpático. - se rio - Y muy bueno en la cama.

- ¿Quién dice que no lo sea?

Ella sonrió. Quería hablarle de Charles, pero no sabía cómo sacar el tema. No podía preguntarle directamente sin que se sintiera atacada, aunque desde luego no parecía tener ningún pudor.

- He visto el lazo en la puerta.

- Sí, mi tía insistió en ponerlo. - explicó.

Nos miramos en silencio. Al final decidí sacar el tema directamente:

- Te vi asesinar a Charles. - susurré.

Ella se puso alerta y a la defensiva.

- No sé de qué me hablas.

- Tranquila, no diré nada. Es más, yo estaba allí para hacer lo mismo, sólo que tú te me adelantaste.

Ella se había puesto muy seria.

- No voy a volver a hacer nada similar nunca más. Vengué a mi tío por el amor que le tengo a él y a mi tía, nada más. Tendréis que buscaros a otro matón.

- Nadie te ha pedido que vuelvas a matar. Ni siquiera creo que vuelva a ser necesario. Aquella panda de inútiles drogadictos sin un cabecilla que les consiga armas y les organice los planes volverán a dispersarse.

- Eso espero.

Entonces Willow entró por la puerta.

- Oye, si quieres, este es mi número. - se lo escribí en una servilleta.

Ella sonrió, la cogió y se levantó para dejarnos solos, no sin antes dirigir una mirada cómplice a Willow.

- Buenas noches. - saludó la farmacéutica.

- Buenas.

Pidió otra cerveza y, disimuladamente, me entregó un fajo de billetes.

- El próximo será el último. Seguir sería una imprudencia. - dijo.

- Lo sé. - asentí - Ha estado bien.

- ¿Bien? Nos hemos forrado. - se rio.

- Vale, sí, ha salido muy bien. Quitando que casi me matan dos veces, claro.

El verbo "matar" hizo que ella recordase a mi hermano.

- Siento que no quede nada que puedas enterrar.

- Eso era lo que queríamos, ¿no?

Bebí como si mi entereza dependiera de ello, pues así era.

- Sí, supongo.

- ¿Qué tal Kevin? - cambié de tema.

- He discutido con él. Quería seguir con Batman.

- ¿Fue muy gorda?

- Se le pasará, pero está empezando a aceptar que su hermana se va a morir y lo está pasando muy mal. Tiene todo el dinero del mundo pero ahora le dicen que ya es demasiado tarde, imagínate cómo está: totalmente deshecho. Tanta pasta y que no te sirva para nada tiene que doler.

Seguimos hablando un rato y después me marché a casa a dormir.

Llevaba dos días durmiendo con Alice. Ella se sentía más segura y yo, menos solo. Los dos salíamos ganando.

Me desperté cuando ella me sacudió.

- Tienes que llevarme al hospital. - dijo.

- ¿Ahora? - gruñí, todavía medio dormido.

- No, si quieres esperamos a que ya haya nacido el bebé. - me soltó con ironía.

- ¿Has roto aguas?

- ¿¡A tí que te parece!?

- Bueno, no me grites, que yo no tengo la culpa.

Estaba tan dormido y tan cansado después de haber pasado todo el día anterior nadando que me caí de la cama intentando levantarme.

Me vestí a toda prisa y ayudé a Alice a subir al coche. Estaba tan dormido que ni me preocupó que lo pudiera manchar. Después encerré a Joker en casa porque el muy pesado quería ir allá donde ella fuera y nos fuimos.

Alice estaba histérica y me estaba contagiando su nerviosismo. Yo, por mi parte, no tenía ni idea de qué debía hacer.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora