Capítulo 19

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- Si nos damos prisa tal vez los alcancemos. ¿Adónde crees que han ido?

- Ni lo sé, ni quiero saberlo.

Le acababa de contar a Maverick que se habían marchado. El chico se había quedado dormido después del follón y se acababa de despertar.

Me froté los ojos y miré mi reloj: las siete.

- ¿No vamos a ir a buscarlos?

- No, Maverick, Alice tiene razón.

Él puso cara de no entender nada.

- ¡¿Te vas a entregar?!

- Los quiero lo suficiente como para hacerlo, así que sí: me entregaré. Pero antes voy a matar a Axel. - me levanté del sofá en el que había estado descansando - Y si muero en el intento, que así sea.

Subí las escaleras y cogí una caja de caudales que escondía detrás de un cuadro en la pared. Bajé de nuevo y la abrí delante de Maverick.

- Esto debería llegarte para comprar un billete de avión y empezar una vida nueva en otro lugar. - le ofrecí el dinero - Cuando se calmen las cosas, llama a Alice y pídele más dinero, de ese que tengo en la cuenta de Barbados. - me quité el reloj y se lo ofrecí - Ten. Sí necesitas más dinero al principio, véndelo, aunque yo no lo haría: si ven que tienes un Rolex tendrás más probabilidades de que te contraten en alguna parte, aunque estés enfermo.

Maverick se quedó mirando el reloj, pero no lo cogió.

- No voy a dejarte solo. - dijo.

- Y yo no voy a discutir esto.

Le puse el reloj en la muñeca.

- Has sido un buen amigo y eres una de las mejores personas que he conocido, y por eso te pido que lo aceptes. Esto es una misión suicida, espero que la última, y no quiero mezclarte en esto. Ya te he jodido bastante. Vete y empieza de cero. Me aseguraré de que no te falte de nada.

- ¿Para qué quiero yo dinero?

No supe qué responder.

- No puedo comprar salud con dinero. Tampoco familia o felicidad. Ni siquiera un poco más de tiempo en este mundo. Dime, yo, que me estoy muriendo, ¿para qué quiero dinero?

- No... No lo sé.

- Marcel, ya me da igual lo que sea de mí. Y si quieres venganza, te acompañaré.

Nos quedamos un rato en silencio, pensando en nuestro siguiente paso. Entonces, se sentó a mi lado en el sofá y puso cara juguetona.

- ¿Conque eres francés, eh?

- ¡Cállate! - me reí antes de empujarlo.

***

Estábamos en el coche, camino de Alemania.

- No me gusta este plan. - se quejó Maverick.

- ¿Te crees que a mí sí? Pero si quiero matar a Axel no puedo hacerlo sólo. Friedrich Scheidemann es nuestra mejor baza.

No tenía ni idea de por dónde empezar a buscar a ninguno de los dos. Tenía claro que lanzarme a por Axel yo sólo era un suicidio, pero buscar Friedrich Scheidemann no era mucho más seguro. Si sabía que yo había matado a Kevin, no tendría la oportunidad de explicárselo antes de que una bala atravesase mi cráneo.

- Dios mío, ya digo matar como si nada. - lamenté al verme como un monstruo.

El plan era hacerme pasar por Friedrich. Una idea estúpida, pero era la única que se me ocurría. Él no se dejaría encontrar a no ser que quisiese ser encontrado, igual que Axel, pero sabía que si algo cabreaba a la gente como él, era que algún imbécil usase su nombre. Tendríamos que probar en varias ciudades, pero era la única solución.

Los crímenes de Marcel PeetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora