1. Matemáticas, vecinos y sorpresas

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Actualidad

—¡Grace Parisi! Si no bajas ahora, vas a llegar tarde a clases. Nos prometiste que llegarías a tiempo este año — Gritó mi mamá desde el pie de la escalera.

Estaba tratando de guardar todos los mil y un cuadernos que tenía que llevar ese día, ¿No se supone que las mochilas deben ser grandes para que quepan todo tipo de cosas? Seguramente la mía tenía un fallo porque con suerte podía meter unos dos libros y mi estuche.

Debería haber conseguido otra.

—Eso no es cierto, aún queda tiempo— le respondí y miré la hora en mi celular— No, mentira, no queda tiempo ¡Ya voy!

A veces creía que estaba maldita, llegaba tarde a todas y absolutamente todas partes. Aunque pusiera una alarma, esta mágicamente se apagaba. Mi teoría era simple: Habían pequeños duendes rondando por mi casa y ellos conspiraban contra mí ¿Qué podría haberles hecho yo a unos pequeños y tiernos duendecillos?.

Esos malditos seres mágicos, era todo su culpa.

Con mucha suerte —Y mi mano casi fracturada— pude cerrar mi mochila. Corrí escalera abajo como nunca había corrido en deporte y, gracias al Cielo, tenía un peso en mi espalda, porque o si no podría haberme caído de cara.

Mi mamá estaba al lado de la puerta de salida con una mirada que a nadie le gustaría recibir en toda su vida, aunque debo admitir que yo ya estaba acostumbrada a los láseres que salían de sus ojos. Ella era del tipo de personas que detestaba la impuntualidad. Qué ironía ¿eh?

—Por fin. Un poco más y se derriten los glaciares— comentó con sarcasmo. Ay, su sarcasmo.

—No falta mucho— Siempre fui alguien que cree fiel y firmemente en el calentamiento global. El medioambiente y su cuidado es una de mis cosas favoritas.

—¿Ya te vas, cielo?— La voz de mi papá salía de la cocina. Digamos que él era el más pasivo de la relación, no he conocido a señor más dulce que él. Mi madre le decía todo el tiempo que debería ser más estricto conmigo, pero él solo se quedaba en la cocina preparando su comida italiana.

—Si, los veo en la tarde. Deseenme suerte.

Me despedí de ellos y salí.

—¿No vamos a sacarle una foto? Es su último primer día— escuché a mi papá preguntar y mi madre respondió con un murmuro enojado, seguramente diciendo que ya iba los suficientemente tarde y no necesitaba más distracciones.

El instituto no estaba tan lejos y normalmente me iba caminando o en mi confiable bicicleta roja. No les pedía a mis padres que me fueran a dejar porque viajar en auto unas cuantas cuadras era contaminación innecesaria, aparte me relajaba el olor que había en el aire a tempranas horas de la mañana y me ayudaba a despertar. Lo único que no me gustaba, era encontrarme con basura tirada en todas partes, los basureros estaban a pocos pasos ¿Qué tanto les costaba tirarlos ahí?

Respecto a ese tema, mis amigas ya estaban hartas de mí, pero sé que me querían igual. No las había visto en todo el verano, obviamente nos vimos a través de una pantalla, pero no es lo mismo que verlas en persona. Nos conocíamos hace años, en todos mis recuerdos de ese pueblo, estaban ellas... Y, alguien más.

—Hola, pequeña vecina— Saludó Lucas mientras bajaba la velocidad de su auto amarillo chillón a medida que se acercaba a mí, bajó la ventanilla del copiloto y sonrió. Ugh, esa estúpida sonrisa— ¿Necesitas que te lleve al insti?

Tuto, instituto. Y no, vamos a diferentes. Después no quiero tener que deberte algo— Él y yo nunca nos habíamos llevado bien, y eso que nos veíamos a diario. Mis padres y sus padres eran muy amigos y siempre la pasábamos en casa del otro— Por cierto, dile a tus queridos progenitores que la comida estaba deliciosa.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora