25. Aguas turbulentas

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La ropa de invierno ocupaba más espacio de lo que debería ser legal

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La ropa de invierno ocupaba más espacio de lo que debería ser legal.

Dentro de unas horas —en la madrugada—, tomaríamos nuestro primer avión hacia la montaña. Debo decir que estaba emocionada, de alguna manera, mis padres me habían compartido algo de su espíritu aventurero-optimista respecto a ese viaje. Tenía esa pequeña sensación extraña en el estómago, como ganas de ir al baño. Aunque sabía que no quería ir al baño, pero era la mejor manera para describir esa sensación de anticipación.

Como estaba diciendo, la ropa de invierno, sobre todo la de nieve, era demasiado voluptuosa, y ya tenía una imagen mental de mí pareciendo un marshmellow de colores. Pero bueno, por lo menos tenía las palabras de ánimo de June, Val y Molly, que se encontraban en mi cuarto en ese momento: Molly tumbada en mi cama, June desparramada en la silla del escritorio y Val sentada en el suelo con las piernas recogidas contra su pecho, a su lado tenía un libro de liderazgo al que no parecía prestarle mucha atención.

Yo, bueno, estaba tirada encima de la maleta tratando de cerrarla, pero parecía que en cualquier momento el cierre se rompería y estallaría todo en mi cara. Ellas ofrecieron ayuda, mi terqueza y orgullo les impidieron acercarse, por lo que se conformaron por decir «¡Vamos!», «¡Tú puedes!» y «¡No dejes que una maleta te gane!» En fin, lo normal.

Papá había cocinado su especialidad: pasta. A mis amigas les encantaba y June siempre decía que si fuera por ella comería esa salsa todos los días por el resto de su vida. Por un lado, la entiendo. No sabía qué tenía la salsa italiana de papá, pero parecía como si le echara magia a la mezcla, porque era deliciosa. Según él cocinaba solo con amor, pero ajá, esa respuesta no me convencía.

Hablando de ellos, los había visto pasar por fuera de mi cuarto trasladando cosas hasta el coche, tenía algo de miedo, ¿íbamos a necesitar tantas cosas? Digo, papá había pasado por el pasillo con la tostadora en mano por lo menos dos veces. ¿Tostadora? ¿De verdad?

Trataba de entenderlos, pero terminé sacudiendo la cabeza, dándome por vencida e intenté concentrarme en lo que estaba diciendo Molly. Según lo que había escuchado antes de desconectarme, alguien le había hablado por redes sociales sobre ropa y los vestidos que nos había hecho para el baile de bienvenida.

—Ella me dijo que Mike le había hablado de que yo había hecho sus vestidos, —explicó con orgullo—, y me pidió que le hiciera un vestido para una boda que tenía dentro de poco. ¡Hasta ofreció pagarme por adelantado!

—¿Capitán de fútbol Mike? —cuestionó Val y Molly rodó los ojos.

—Ese Mike. ¿Ven? Convivir con los populares tiene ventajas.

—Entonces..., ¿tendrás como tu propio negocio? —interrumpió June.

—¡Sí! Y si Rachel le habla a sus conocidos de mi trabajo, más gente me conocerá y más me van a encargar y podré hacer lo que me gusta. —A la peliteñida le brillaban los ojos de emoción y orgullo en sí misma.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora