20. Un hombro para llorar

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El club de ecología era todo lo que estaba bien en este mundo. Estar con las plantas, saber más sobre ellas y cómo es que unas pocas hojas pueden crear el oxígeno que necesitamos para vivir. Me parece fascinante. Aparte, les podía contar todo y ellas no dirían nada.

Scott estaba ahí y trataba de verlo disimuladamente, aunque no sabía si lo estaba logrando. Me ponía nerviosa, pero no me importaba que supiera que estaba babeando mientras lo miraba, tal vez avergonzarme primero haría que ser rechazada no fuera tan terrible. Sería como ir tomando sorbitos de un café en vez de beberlo al seco.

Lucas y yo habíamos llegado a una decisión: era el momento de que yo le pidiera la cita a Scott. Tenía memorizadas todas las líneas que debía decir, las había repetido infinitamente, y si pude decirlas sin reírme de Lucas con peluca, podría hacerlo con el Scott real. Después de que termine el club lo haría.

Los cinco pasos que debía seguir se habían incrustado en mi mente, como clavar un clavo en una pared. Yo podía hacerlo, podía ser capaz y no dejaría que mi conciencia me dijera lo contrario, porque sabía que tenía las agallas; Lucas no había dejado de repetírmelo.

Cuando terminó el horario del club, la gente comenzó a dispersarse y a irse a sus casas. Scott no era de los que se iban primero. Lo sabía. Tenía algo memorizados sus movimientos y después del club se quedaba unos minutos observando las plantas. Era mi oportunidad.

Aunque todavía podía arrepentirme. ¿Valía la pena siquiera? Había un 75% de posibilidades de que me rechazara, ¿de verdad iba a arriesgarme a quedar humillada?

Dudé varios segundos que me parecieron minutos y comencé a dar pasos hacia la salida, pero algo se aferró a mi tobillo que me impidió seguir avanzando. Me sobresalté y me giré alterada hacia la mano que estaba saliendo de un arbusto, nunca me fijaba en las manos de los demás, por lo que no tenía idea de a quién le pertenecía. Traté de tironear mi pie para poder liberarme, pero me fue imposible. Estaba apunto de lanzarme como una loca sobre el arbusto cuando la cabeza de Lucas salió de este.

—¿Qué haces aquí? —musité con los dientes tan apretados que creí que se romperían.

—Estoy asegurándome de que no te arrepientas —musitó por lo bajo.

Fruncí los labios. Me molestaba que Lucas estuviese ahí, iba a ser un momento muy personal y quizás la idea de que viera cómo fracasaba me revolcaba el estómago.

—No era necesario que...

—Perdona, ¿dijiste algo? —La voz de Scott sonó a mi espalda, y por inercia me tapé la boca para no seguir hablando. Mi vecino soltó su agarre de mi tobillo. No estaba segura de si Sexy Scotty se había dado cuenta de algo.

—¿Ah? —pregunté haciéndome la tonta. Scott se rio algo incómodo y rascó la parte posterior de su cuello.

Tonta, tonta, tonta.

—Pensé que me habías hablado —dijo y yo puse automáticamente una sonrisa algo forzada, mientras negaba casi imperceptiblemente con la cabeza.

Miré de reojo hacia Lucas. Él movía la cabeza hacia Scott mientras articulaba con sus labios «Dile». Estaban pasando muchas cosas por mi mente en esos pocos segundos, en su mayoría dudando de mí misma. Mentí un poco, tener a Lucas ahí sí me gustaba, tenía la seguridad de que había alguien ahí que creía en mí y que, si todo salía mal, podría darme su hombro para llorar un poco.

Tragué saliva. De repente mi garganta estaba seca y las palabras costaba que salieran.

—De hecho si, —hablé con un hilo de voz. Scott ya se había volteado, pero al oír mi voz, dirigió su mirada hacia mí. Sentía el corazón latiéndome en la garganta, no me sorprendería si de la nada me daba un paro cardíaco ahí mismo—, si dije algo.

CLEAVED | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora